Era verdad, dolorosamente verdad. Encuéntralo, Laura, pero sé discreta. Esa noche, en su pentouse con vista a todo Polanco, Valentina pegó el dibujo de Sofía en su refrigerador de acero inoxidable. Se veía ridículamente fuera de lugar entre el minimalismo frío. Perfecto. Su teléfono sonó. Rodrigo, por supuesto que ya se había enterado. Valentina, me dijeron sobre el asalto. Voy para allá. No es necesario. Eras mi esposa. Todavía me importas. Mentira. Le importaba la imagen. El qué dirán. Siempre fue así.
Estoy bien, Rodrigo. ¿Quién te ayudó? Mis contactos dicen que llegaste con alguien, nadie importante, siempre tan independiente. Esa fue siempre tu problema. No, su problema fue creer que el amor de Rodrigo era real cuando solo amaba su apellido y conexiones. Colgó, miró el dibujo otra vez, tres figuras, una alta, una pequeña y una con cabello largo. Sofía la había incluido en su familia imaginaria. Su tobillo dolía, pero algo más dolía en su pecho. Algo que había enterrado cuando Rodrigo la dejó diciendo que era imposible amar a alguien que ama más su trabajo.
A las 2 de la mañana, Laura envió un mensaje. Diego Morales, guardia nocturno en Torre Ejecutiva Alfa, edificio de nuestra subsidiaria. Valentina sonrió por primera vez en meses. El destino acababa de darle una segunda oportunidad. Tres días después del asalto, Valentina no podía concentrarse. Los informes financieros se mezclaban con el recuerdo de una chamarra que olía a café. “Señora Herrera, el señor Salinas está aquí. Dile que estoy en junta. Dice que es sobre el asalto. Rodrigo, por supuesto que no aceptaría un no.
5 minutos. Rodrigo entró con su traje italiano impecable, el mismo perfume francés que usaba cuando la engañaba. Te ves terrible. Qué romántico como siempre, Valentina. Esto no puede volver a pasar. Necesitas seguridad personal. No necesito nada. ¿Sabes lo que dicen los inversionistas? Que la CEO de farmacéutica azteca anda en callejones como una como una qué. No seas difícil, sabes que me preocupo. Te preocupa la imagen. ¿Cuándo construimos esta empresa con el dinero de tu familia? Te preocupaba la imagen.
Cuando me engañaste con Marina, te preocupaba que no lo hiciera público. Eso es pasado. Exacto, como nosotros. Rodrigo se acercó. ¿Quién te rescató esa noche? Ya te dije. Un buen samaritano. Mis fuentes dicen que era un don nadie. Un guardia de seguridad con una mocosa. La ira subió por su garganta. Lárgate. Siempre defendiendo a los pobrecitos. Por eso nunca serás respetada de verdad. Después que se fue, Valentina llamó a Laura. Necesito que hagas una transferencia anónima a la empresa de seguridad donde trabaja Diego Morales.
Un bono para él. ¿Cuánto? 50,000 pesos. Señora, eso es poco. Tienes razón, que sean 100,000. Esa tarde revisó las cámaras de Torre Ejecutiva Alfa desde su computadora. Ahí estaba él revisando credenciales en la entrada. serio, profesional. Las manos que la habían ayudado ahora firmaban bitácoras. A las 8 de la noche no pudo más. Condujo hasta la torre. Buenas noches. Vengo a recoger unos documentos. Piso. Diego no levantó la vista. 15. Cuando sus ojos se encontraron, el bolígrafo cayó de su mano.