“No me lastimes, estoy herida” suplicó la millonaria… y la reacción del padre soltero la dejó…

Señora Herrera. Hola, Diego. Los elevadores están por allá. En realidad vine a verte. No es apropiado. El café no es apropiado. Mi turno termina a las 6 de la mañana. Puedo esperar. Por favor, suba a su oficina. El rechazo dolió. Se dirigió al elevador con la dignidad que le quedaba. 15 minutos después bajó con una caja de documentos que no necesitaba. En el escritorio de seguridad había un sobre, su nombre escrito con letra que reconoció. Diego observaba desde el otro extremo del lobby.

Abrió el sobre, un cheque por 100,000 pesos y una nota. Sé que fue usted, no puedo aceptarlo. No todo tiene precio. Es un regalo. No lo necesito. Tu hija. Mi hija tiene todo lo que necesita. Un padre que trabaja, un techo, comida, no necesita la caridad de nadie. No es caridad, es gratitud. ¿Sabe cuál es la diferencia entre usted y yo? Diego se acercó. Yo duermo tranquilo. Usted no no había dormido bien en años. Solo quiero ayudar.

¿Por qué? Porque nadie hace nada sin esperar algo a cambio. Pero tú lo hiciste y no entiendo por qué. Porque mi esposa murió en un hospital. La voz de Diego se quebró. Murió sola porque yo estaba trabajando tratando de pagar las medicinas. Cuando llegué ya era tarde. Valentina sintió las lágrimas arder. Juré que nunca dejaría a nadie solo si podía evitarlo. Por eso me quedé, no por usted, por Carmen. Lo siento tanto. No quiero su lástima ni su dinero.

Solo quiero hacer mi trabajo. ¿Y si necesito un amigo? Diego rió amargamente. Las personas como usted no son amigas de personas como yo. Las personas como yo, los jefes, los ricos, los que tienen poder. Y si te dijera que no tengo un solo amigo real, que esa noche tu hija me mostró más cariño genuino que nadie en años, diría que esa es la vida que usted eligió. Un golpe en el vidrio los interrumpió. Sofia estaba afuera, su carita contra la puerta.

Papá, la señora Martínez se tuvo que ir. Su hermana se enfermó. Diego palideció. Mi vecina cuida a Sofia cuando perdón, señora Herrera. Abrió la puerta. Sofia entró corriendo y se detuvo al ver a Valentina. Es usted ya está mejor de su pie. Mucho mejor. Gracias. Papá, ¿puedo quedarme aquí? Prometo no molestar. Sofía. No, yo me quedo con ella. Las palabras salieron antes de pensarlas. digo, si no te molesta, puedo trabajar aquí en el lobby. No puedo pedirle eso.

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