“No me lastimes, estoy herida” suplicó la millonaria… y la reacción del padre soltero la dejó…

A pesar de todo, Valentina sintió sus labios curvarse ligeramente. Eres muy dulce. Mi mamá está en el cielo. Papá dice que ella nos cuida. Tal vez también la cuide a usted. El corazón de Valentina se contrajo. Esta niña había perdido a su madre y aún así ofrecía consuelo a una extraña. Disculpe a Sofía, es muy platicadora. No, está bien. Valentina respiró profundo. Soy Valentina. Mucho gusto, Valentina. La ambulancia no tarda. No puedo ir al hospital público. Las palabras salieron antes de poder detenerlas.

Sonaba exactamente como la snob que todos creían que era. La llevarán donde necesite ir. No tengo. Me robaron todo. Mi bolsa, mi teléfono, las tarjetas. Ya nos preocuparemos por eso después. No entiendes. No tengo cómo identificarme. No tengo cómo pagar. Diego se quedó callado un momento. Luego sacó su cartera gastada y delgada. Tengo 300 pesos. No es mucho, pero no puedo aceptar tu dinero. No es caridad, es un préstamo. Ni siquiera me conoces. Sé que está herida y necesita ayuda.

Es suficiente. Las sirenas se acercaron. Valentina sintió pánico. En minutos estaría en un hospital vulnerable, expuesta, sin su armadura de poder. Por favor, no sabía que pedía, que no la dejara sola, que mintiera sobre quién era. Vamos con usted, no tienen que Papá nunca deja a nadie solo. Sofía tomó la mano de Valentina con sus deditos pequeños. No tenga miedo. Los paramédicos llegaron corriendo. Preguntas, luces, manos extrañas tocándola. Valentina se aferró a la manita de Sofía como si fuera un salvavidas.

¿Es usted familia?, preguntó un paramédico a Diego. Soy un amigo. Necesitamos que alguien firme. Yo firmo. Lo subieron a la ambulancia. Diego la siguió sin dudar. Sofía pegada a su lado. Mientras las puertas se cerraban, Valentina vio el callejón alejarse. Hace una hora comandaba un imperio. Ahora dependía de la bondad de un desconocido. ¿Por qué hace esto? Susurró. Porque es lo correcto. Nadie hace algo solo porque es correcto. Diego la miró. Por primera vez ella pudo distinguir sus facciones.

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