Necesito que investigue a la familia Valenzuela. A fondo. ¿Qué tan a fondo? Hasta la médula. Quiero saber cada operación cuestionable, cada violación laboral, cada centavo evadido. Si hay algo podrido, quiero documentación que pueda sostenerse en corte. Julián había silvado por el teléfono. Eso va a costar. Y si encuentro lo que sospecho que voy a encontrar, no habrá vuelta atrás. Una vez que sabes estas cosas, tienes que decidir qué hacer con la información. ¿Cuánto cuesta? $100,000 para la investigación completa, 300,000 más si decides proceder con acciones legales.
Medio millón para guerra total. Adriana no había parpadeado. Proceda con la investigación y Julián mantenga esto absolutamente confidencial. Nadie puede saber que lo contraté. Ni siquiera tu prometido, especialmente él. Julián había tardado seis semanas en regresar con un informe de 200 páginas. se habían reunido en su oficina en el microcentro, rodeados de archivos y evidencia. “Esto es peor de lo que imaginé”, había comenzado Julián. Valenzuela Industrias ha estado robando salarios sistemáticamente durante 15 años. Los trabajadores de sus fábricas textiles ganan 30% menos del salario mínimo legal.
Las horas extra nunca se pagan. Las condiciones de seguridad violan 12 regulaciones diferentes. Había abierto otra carpeta. La evasión fiscal es más sofisticada. Empresas fantasma en Panamá y Uruguay. Facturas falsificadas, declaraciones de ingresos manipuladas. Estimamos que han evadido 15 millones de pesos en los últimos 10 años. Estimamos, Adriana había preguntado. Tengo un equipo, 12 abogados especializados en diferentes áreas. Cuando dije que me especializo en desmantelar imperios, no estaba exagerando. Mi firma ha derribado tres dinastías corruptas en la última década.
había cerrado la carpeta con un golpe seco. Pero aquí está lo realmente interesante. Encontramos evidencia de que Rodolfo Valenzuela sobornó a inspectores laborales en al menos ocho ocasiones. Hay grabaciones, transferencias bancarias, todo documentado. Adriana había sentido náuseas y Patricio está involucrado no directamente en las operaciones, pero trabaja en la empresa, tiene una oficina, recibe dividendos de las ganancias que provienen de esta explotación, sabía lo que estaba pasando. Esa es la pregunta que solo tú puedes responder. Adriana había pensado en todas las veces que Patricio había mencionado casualmente problemas con trabajadores conflictivos, en cómo su padre hablaba de mantener costos bajos para ser competitivos.
En las conversaciones de sobremesa sobre gente que no entiende cómo funciona realmente el negocio. Sí, Patricio sabía. ¿Qué opciones tengo? Había preguntado. Finalmente Julián había sonreído y era una sonrisa que prometía destrucción. Opción uno, te vas ahora antes de la boda, terminas la relación limpiamente. No. Opción dos, te casas y esperas que las cosas mejoren, sabiendo que probablemente no lo harán. Absolutamente no. Opción tres. Julián había deslizado un documento a través del escritorio. Justicia. Presentamos denuncias con autoridades fiscales, reguladores laborales y fiscales federales.
Organizamos una demanda colectiva con los trabajadores afectados. Exponemos todo públicamente. Destruimos el Imperio Valenzuela de la misma forma que ellos han destruido vidas durante décadas. Adriana había tocado el documento sin abrirlo y mi matrimonio terminaría. No hay forma de que una relación sobreviva esto. Bien, Julián había parpadeo, sorprendido por la rapidez de su respuesta. ¿Estás segura? Este es el hombre que amas o amabas. No hay vuelta atrás una vez que empezamos. Adriana había pensado en Beatriz excluyendo a su familia, en Rodolfo comentando sobre su origen humilde con desprecio apenas velado, en Patricio, su supuesto amor, riendo con ellos, eligiendo su comodidad sobre la dignidad de ella una y otra vez.