Déjeme contarle algo sobre el amor, Julián. El amor sin respeto es solo una forma bonita de describir el abuso. Yo amaba a Patricio, pero él nunca me amó a mí. Solo amaba la versión de mí, que cabía convenientemente en su mundo. La chica agradecida de flores, que se sentiría honrada de ser rescatada, se había levantado extendiendo su mano. Proceda con la opción tres, guerra total. Y quiero financiar personalmente la demanda colectiva de los trabajadores. Cada centavo de costos legales.
Quiero que tengan los mejores abogados, los mejores recursos. Eso va a costar fácilmente,00000. Tengo 9 millones. El dinero es lo menos importante. Ahora, sentada en su apartamento, Adriana abrió su email y revisó el plan que Julián había enviado esa tarde. Era hermoso en su precisión quirúrgica. Fase un. El domingo, mientras ella estaba en la cena de ensayo, el equipo de Julián terminaría de organizar a los 200 trabajadores. Adriana había insistido en que cada trabajador recibiera asesoría legal gratuita y garantías de protección contra represalias.
Fase dos. El lunes por la mañana, exactamente cuando Adriana caminara por el pasillo de la catedral, se presentarían simultáneamente cinco conjuntos de documentos legales: denuncias fiscales con AFIP, violaciones laborales con el Ministerio de Trabajo, demanda colectiva en tribunales civiles, evidencia de sobornos con fiscales federales y un dossier completo enviado a tres periodistas de investigación en la nación que habían estado siguiendo abusos en la industria textil durante meses. Fase tres. Durante la luna de miel en Barcelona, mientras Patricio dormía, Adriana recibiría actualizaciones encriptadas.
Las cuentas bancarias de los Valenzuela serían congeladas. Las fábricas serían cerradas por inspectores. Los supoenas empezarían a llegar. Fase cuatro. Al regresar a Buenos Aires, divorcio público, revelación de su fortuna y el comienzo de 18 meses de guerra legal sistemática que terminaría con los Valenzuela en bancarrota y Rodolfo en prisión. ¿En qué estás pensando? La voz de su madre la sobresaltó. Adriana no había escuchado la puerta abrirse. Su madre entró con una bolsa de empanadas caseras, su rostro mostrando la preocupación que había estado llevando desde que se anunció el compromiso.
En nada, mamá. Mentirosa. Su madre se sentó a su lado. Has estado diferente estas últimas semanas, más tranquila, casi peligrosa. Adriana cerró su laptop. ¿Te arrepientes de haberme criado para nunca aceptar menos de lo que merezco? Nunca. Su madre tomó su mano. Pero me preocupa que te cases con un hombre cuya familia te trata como si fueras menos. No te preocupes, mamá. Muy pronto toda esta situación va a resolverse. Su madre la estudió con ojos que habían visto demasiado sufrimiento trabajando en fábricas similares a las que los Valenzuela operaban.
Haz lo que tengas que hacer, mi hija, pero protégete. Después de que su madre se fuera, Adriana comió las empanadas mientras revisaba su teléfono. Un mensaje de Patricio. ¿Cómo va tu día? Te extraño. Otro de Beatriz. Recuerda, mañana a las 10 a para los arreglos florales. No llegues tarde. Y uno de Julián. Los trabajadores están listos. La nación verificó toda la evidencia. Confirmaron publicación para el martes después de la boda. Esto va a ser masivo. ¿Estás absolutamente segura?
Adriana respondió a Julián. Nunca he estado más segura de nada en mi vida. Qué arda todo. Miró la foto de su protector de pantalla. Era de hace dos años en aquella conferencia tecnológica donde todo había comenzado. Patricio la abrazaba sonriendo a la cámara. Ella se veía genuinamente feliz, creyendo que había encontrado a alguien que la valoraba por su mente, no a pesar de su origen. Qué rápido había aprendido la verdad. Cuando Patricio le presentó a sus padres un mes después, Rodolfo había preguntado inmediatamente sobre su situación laboral.