¡MILLONARIO VE A LA EMPLEADA DEFENDIENDO A NIÑA EN SILLA DE RUEDAS… Y EL OSCURO SECRETO FAMILIAR…

Tú entrometida, si te vuelvo a encontrar llenándole la cabeza a mi nieta con tonterías, vas a conocer la calle. Esa noche, Alejandro encuentra a Dolores Hernández, la cocinera en la cocina. Doña Lolita, ¿puedo decirle algo? Es sobre Manuelita. Alejandro se sienta a la mesa. Dolores trabaja en la casa desde hace 15 años. La señora Rebeca no trata muy bien a Manuelita cuando usted no está.

¿Cómo que no? Esconde la silla de la niña como castigo. La deja en el piso sin poder moverse, a veces por horas. Alejandro siente la sangre el árele y hay más. Le dice cosas a Manuelita que la señora Carolina murió por culpa de ella, que es una carga. Alejandro cierra los puños sobre la mesa. Y hoy fue la primera vez que vi a Manuelita sonriendo en meses por la muchacha nueva, Paloma.

Alejandro se queda en silencio procesando todo. Su hija está sufriendo en su propia casa y él ni se había dado cuenta. Esa noche va hasta el cuarto de Manuelita. Está durmiendo, pero el rostro todavía tiene marquitas de lágrimas secas. Papá va a protegerte, princesa, te lo prometo.

Pero en el pasillo, escondida detrás de la puerta, Rebeca escucha todo y no le gusta nada lo que está oyendo. En la mañana siguiente, Paloma llega tempranito y encuentra la puerta del cuarto de Manuelita cerrada con llave. Manuelita, ¿estás ahí, Paloma, de verdad regresaste? Claro que regresé. No te dije que me iba a quedar. La puerta se abre y Manuelita aparece en la silla con la carita hinchadita de llorar. La abuelita dijo que te había ido.

Aquí estoy, ¿verdad? Paloma tiene una idea. Va hasta el tocador y toma un maquillaje infantil. ¿Quieres jugar a arreglarte? Los ojitos de Manuelita brillan. Paloma le pone un labialito clarito en los labios y un ruborcito en las mejillas. Ahora mírate en el espejo. Órale, soy yo misma.

¿Eres tú la princesa más linda del mundo? Es ahí cuando la puerta se abre de par en par. Rebeca entra como un huracán. ¿Qué payasada es esta? Rebeca toma un pañuelo y empieza a tallar el rostro de Manuelita con fuerza. ¿Crees que el maquillaje va a esconder que eres defectuosa? Tu madre se mató manejando porque no soportaba tener una hija así. Paloma ya no aguanta más. No le hable así. Carolina estaba huyendo de casa el día del accidente.

¿Quieres saber por qué? Porque ya no soportaba ver a esta cosa. Del pasillo viene el sonido de pasos. Alejandro llega y escucha la discusión. Rebeca, dijiste que Carolina estaba huyendo el día del accidente, dije. Pero iba al médico de Manuelita, al ortopedista. Rebeca se queda sin respuesta por un segundo. No recuerdas bien, Alejandro.

El accidente te confundió, pero Alejandro sí recuerda. Carolina estaba animada ese día. Había encontrado un médico que podía ayudar a Manuelita a caminar mejor. Carolina nunca huyó de casa y amaba a Manuelita. Alejandro, estás muy emocional. Rebeca sale del cuarto, pero antes mira a Manuelita.

Como castigo, te vas a quedar sin la silla el resto del día, Rebeca, no. Pero ya se había ido llevándose la silla. Alejandro toma a Manuelita en brazos y la lleva hasta la silla de repuesto. A partir de hoy, tu silla no sale de tu cuarto. Esa tarde Paloma está con Manuelita en el jardín cuando ve a Rebeca conversando con un hombre de traje en la terraza.

Manuelita, ¿quién es ese señor? Es el tío Roberto. Él se encarga de los papeles de papá. Armando Del Villar se acerca a ellas. Tú debes ser la nueva empleada. Sí, señor. Paloma. Armando no ofrece la mano. Rebeca me contó que te has estado involucrando mucho con los cuidados de Manuelita. Solo ayudo cuando puedo. Sí, pero sabes que una niña con discapacidad necesita cuidados profesionales, ¿verdad? Personas calificadas, no cualquier persona.

El tono de él es una amenaza clara. Solo hago mi trabajo. Órale, qué bueno que sigas así. Esa noche Dolores se acerca a Paloma en la cocina. Paloma, ten cuidado con la señora Rebeca y con el licenciado Armando. No les gusta cuando alguien se acerca mucho a la familia. ¿Por qué? Desde que murió la señora Carolina, ellos controlan todo aquí.

¿Estaba usted aquí el día que murió la señora Carolina? Estaba. Fue muy extraño. La señora Carolina salió tempranito, muy animada. Dijo que iba al médico de Manuelita. Y luego el licenciado Armando llegó aquí antes de cualquier noticia, como si ya supiera lo que había pasado. Y la señora Rebeca estaba demasiado calmada para alguien que acababa de perder a su nuera.

Paloma siente un escalofrío. Algo no está bien. Cuando se está yendo, Paloma pasa por la ventana del cuarto de Manuelita. La niña está solita mirando hacia afuera. Paloma toca despacito el vidrio. Manuelita sonríe y susurra. Buenas noches, Paloma. Gracias por hacerme sentir bonita hoy. Paloma se va con el corazón oprimido, pero también con una sensación extraña, como si estuviera empezando a descubrir algo muy peligroso.

Al día siguiente, Paloma llega a la mansión y ve varios carros estacionados. Por la ventana de la sala ve a un grupo de personas conversando muy seriamente. En la cocina, Dolores está agitada. La señora Rebeca llamó a unas personas para una reunión sobre el futuro de Manuelita. Paloma siente un escalofrío. Sube al cuarto de Manuelita. La niña está jugando con un osito viejito.

Manuelita, ¿sabes qué está pasando allá abajo? La abuelita llamó a mucha gente para hablar de mí. ¿Y sabes de qué van a hablar? La abuelita dijo que van a decidir si puedo seguir viviendo aquí, que hay lugares especiales para niños como yo. ¿Y tú quieres irte? No, quiero quedarme con papá y contigo.

Paloma baja y se queda cerca de la puerta de la sala escuchando. La voz de Armando hace eco. Niños con discapacidades severas como la de Manuelita necesitan cuidados especializados. Una voz de mujer responde, “¿Y ustedes creen que el padre no puede ofrecer esos cuidados?” Rebeca entra en la conversación.

Leave a Comment