MILLONARIO RECONOCE SU NANA VENDIENDO DULCES TRAS 30 AÑOS – LO QUE DESCUBRIÓ LO DESTROZÓ…

¿Y qué más hay en esa caja fuerte? ¿Todo, mi hijito? ¿O todos los documentos falsos? Todos los recibos de los sobornos, todas las todas las cartas. ¿Qué cartas? Las cartas que Esperanza te escribió durante 15 años después de que la corrí. Cartas donde te pedía perdón por abandonarte, donde te decía que te amaba, donde te contaba que pensaba en ti todos los días.

Diego salió corriendo del hospital como un loco. Tenía que ver esos documentos, tenía que leer esas cartas, tenía que conocer toda la verdad, aunque lo matara. Diego llegó a la mansión familiar, manejando como un poso. Corrió escaleras arriba hasta el cuarto de su mamá, una habitación que siempre había respetado como sagrada.

movió el cuadro de la Virgen de Guadalupe con manos temblorosas y encontró la caja fuerte empotrada en la pared con dedos que casi no le obedecían. Marcó la combinación 08 1587. La caja se abrió con un clic metálico que sonó como una sentencia de muerte. Adentro encontró una carpeta amarilla marcada con el nombre Esperanza Morales. Testamento Ricardo Santa María.

Al abrirla, Diego descubrió la evidencia más devastadora de todas. Ahí estaba el testamento original de su papá, escrito de su puño y letra. a Esperanza Morales, quien ha cuidado a mi hijo Diego con amor maternal verdadero, le dejo la cantidad de 50 millones de pesos mexicanos como reconocimiento a su dedicación infinita y su amor puro. También encontró documentos falsificados con la firma de esperanza, obviamente falsa, donde supuestamente renunciaba a la herencia por no merecer el dinero de una familia tan buena.

Había recibos de sobornos, 50,000 pesos al comandante Ramírez, 30,000 al notario Fernández, 25,000 al investigador privado Salinas, 15,000 a funcionarios del DIF para negar apoyos sociales a esperanza. Pero lo que más lo destrozó fueron las cartas, cientos de cartas que Esperanza había enviado a la casa durante los primeros 15 años después de ser despedida.

Cartas que Isabela había interceptado y escondido. La primera carta estaba fechada una semana después de que la corrieran. Señora Isabela, yo sé que usted me odia y que cree que yo soy mala persona, pero por favor déjeme ver a Dieguito aunque sea 5 minutos. Le juro por la Virgen Santísima que después me voy y no los molesto más.

Solo quiero abrazarlo una vez y decirle que no fue mi culpa. Diego leyó carta tras carta. viendo como la letra de esperanza se iba volviendo más temblorosa con los años y cómo las súplicas se iban volviendo más desesperadas. Dieguito de mi corazón, hoy cumples 10 años y yo no estoy ahí para cantarte las mañanitas como todos los años anteriores.

Espero que estés feliz y que no me extrañes mucho. Tu mamá dice que ya no me quieres, pero yo no puedo creer que hayas olvidado a tu esperanza. que te ama tanto, mi niño hermoso. Ya tienes 15 años y seguramente ya eres muy alto y muy guapo. Yo sigo pensando en ti todos los días.

Vivo en un albergue en la colonia Doctores, pero todas las noches rezo por ti y le pido a Dios que te cuide. Dieguito, hoy cumples 18 años y ya eres un hombre. Traté de verte en graduación de preparatoria, pero había guardias que no me dejaron acercarme. Te vi de lejos y lloré de la emoción. Estás tan guapo, mi amor. La última carta estaba fechada hace apenas 5 años.

Mi Dieguito querido, ya no sé si estas cartas lleguen a ti o si tu mamá las tire a la basura. Tengo 60 años y estoy muy enferma. No creo que viva mucho más. Solo quiero que sepas que fuiste lo más hermoso que tuve en la vida y que si pudiera regresar el tiempo, volvería a cuidarte con el mismo amor.

Perdóname por haberte abandonado, aunque no haya sido mi culpa. Diego se tiró al suelo de mármol a llorar como no había llorado jamás. Esperanza nunca lo había abandonado. Durante 30 años había tratado de regresar con él. Y durante 30 años su mamá había interceptado ese amor. Diego regresó al hospital corriendo con todas las cartas y documentos en la mano.

Cuando llegó al cuarto de su mamá, Isabela estaba peor. Los médicos dijeron que le quedaban muy pocas horas, tal vez minutos. “Mamá”, le dijo Diego mostrándole las cartas con lágrimas corriendo por su cara. encontré todo, las cartas que me escribió durante 15 años, los recibos de los sobornos, los documentos falsificados, todo.

Isabela comenzó a llorar como nunca había llorado en su vida, con un llanto que salía desde lo más profundo de su alma podrida. Diego, perdóname. Fui una monstrua. Destruí la vida de una mujer inocente por mis celos enfermizos y mi maldad pura. ¿Por qué, mamá? ¿Por qué le hiciste eso a la única persona que me amó de verdad? ¿Por qué me robaste 30 años de felicidad con ella? ¿Por qué? Porque tenía miedo de perderte. Confesó Isabela con la voz cada vez más débil.

Tenía miedo de que cuando crecieras te dieras cuenta de que ella era mil veces mejor madre que yo. Y en lugar de tratar de ganarme tu amor siendo mejor persona, preferí destruirla a ella para que no pudiera competir conmigo. Mamá, Esperanza nunca compitió contigo.

Ella me enseñó a respetarte, a obedecerte, a quererte. Nunca habló mal de ti delante de mí. Lo sé, mi hijito, lo sé. Y eso me daba más coraje todavía porque me hacía ver lo malvada que yo era en comparación. Diego tomó la mano helada de su mamá y le dijo con voz firme, “Mamá, antes de que te vayas de este mundo, necesitas pedirle perdón a esperanza.

Es lo único que puede salvar tu alma del infierno.” Isabela asintió con la cabeza usando sus últimas fuerzas. Tráela, por favor. Quiero verla una última vez. y pedirle perdón de rodillas si es necesario. Diego salió corriendo del hospital. Durante todo el camino a buscar a Esperanza, no podía dejar de pensar, “¿Cómo le explico que mi mamá se está muriendo? ¿Cómo le pido que perdone a la mujer que le destrozó la vida?” encontró a Esperanza en la mansión, sentada en el jardín viendo las flores, todavía sin poder creer que estaba en un lugar tan hermoso después de 30 años de

miseria. Esperanza le dijo con voz temblorosa. Mi mamá se está muriendo y quiere verte. Quiere pedirte perdón. Esperanza se quedó en silencio por un momento largo, luego se persignó y dijo, “Está bien, mi hijito, vamos. Nadie debe morirse sin perdón.

Leave a Comment