MILLONARIO PIERDE TODO! SÓLO LA EMPLEADA TUVO EL VALOR DE ALIMENTAR A SU BEBÉ

Eriberto Mendoza era un tiburón de los negocios, conocido por comprar empresas en crisis y despedazar sus activos. Si Mendoza quería reunirse con él, no era para ofrecer ayuda. ¿Para qué quiere verme don Heriberto? Eso se discutirá en persona.

Señor Santillán, ¿puedo confirmar su asistencia? Rodrigo miró a Valeria, quien lo observaba con preocupación. Confirme. Ahí estaré. ¿Quién era? Preguntó Valeria cuando colgó. Eriberto Mendoza, el buitre más grande del negocio hotelero en Quintana. Ro, quiere reunirse conmigo. Eso es bueno o malo. Con Mendoza nunca se sabe. Pero no tengo muchas opciones, ¿verdad? Rodrigo se pasó las manos por el rostro.

sintiendo la barba de tres días que había crecido. Me veo horrible. ¿Cómo voy a presentarme ante Mendoza así? Valeria se levantó, acostó a Sebastián en la cuna y se dirigió a la puerta. Espéreme aquí. Regreso en 30 minutos. ¿A dónde vas? a conseguir que luzca como el empresario que es, aunque no tenga un peso en el bolsillo.

Antes de que Rodrigo pudiera protestar, Valeria ya había salido, dejándolo solo con sus pensamientos y el suave balbuceo de su hijo. Se acercó a la cuna y observó a Sebastián, quien lo miraba con esos enormes ojos azules que había heredado de su madre Isabela. “Tu mamá nos abandonó, pequeño.

” Se fue sin decir nada hace 6 meses, cuando todo comenzó a colapsar. Tal vez tuvo razón en irse. Tal vez vio lo que yo no quise ver, que todo esto era una ilusión, un castillo construido sobre arena. Pero te juro por lo que más quiero, que encontraré la manera de darte una vida digna. No sé cómo, pero lo haré. El bebé le sonríó ajeno a las tormentas que se cernían sobre su futuro, y esa sonrisa inocente le partió el corazón a Rodrigo más que todas las pérdidas económicas juntas.

Valeria regresó exactamente 30 minutos después, cargando una bolsa de la que sacó una camisa blanca recién planchada, un pantalón de vestir azul marino y una corbata discreta. ¿De dónde sacaste esto?, preguntó Rodrigo asombrado. De la tintorería del hotel. Le pedí un favor a doña Maritza.

La camisa era de un huésped que nunca regresó por ella hace dos meses. El pantalón y la corbata. Bueno, le debo 200 pesos a Maritza, que le pagaré cuando cobre. Valeria, ¿no puedes seguir gastando tu dinero en en qué más lo voy a gastar? Interrumpió ella con firmeza. Usted tiene una reunión importante en menos de una hora. Necesita verse como el empresario capaz que es, no como un hombre derrotado. Ahora vaya a ducharse.

Hay cuchillas de afeitar en el baño y desodorante. Lo esperaré aquí con Sebastián. Rodrigo quiso protestar. quiso decirle que esto era absurdo, que una camisa prestada no cambiaría el hecho de que estaba quebrado, pero la determinación en los ojos de Valeria no admitía réplica. Tomó la ropa y se dirigió al baño.

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