MILLONARIO PIERDE TODO! SÓLO LA EMPLEADA TUVO EL VALOR DE ALIMENTAR A SU BEBÉ

¿Por qué tú te quedas? Valeria preparó un biberón con manos expertas mientras mecía a Sebastián. No levantó la vista cuando respondió, “Porque nadie merece quedarse solo, don Rodrigo, y mucho menos un bebé inocente. Mi salario del mes pasado aún no me lo han pagado. Son 4,500 pesos que probablemente nunca veré. Pero eso no significa que deba abandonar a quien me necesita.

No tengo cómo pagarte. No tengo nada. En dos días me quitarán hasta esta oficina. No estoy pidiendo pago dijo Valeria firmemente, ahora mirándolo directo a los ojos. Estoy haciendo lo correcto. Rodrigo se dejó caer en el sofá de cuero, observando como esa mujer humilde, a quien apenas había dirigido la palabra en los tres años que llevaba trabajando en limpieza, alimentaba a su hijo con una ternura que él mismo había olvidado cómo dar. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, lágrimas que había contenido durante

meses de pesadilla. Lo he perdido todo, Valeria, todo. Y lo peor es que lo peor es que me lo merecía. Valeria no respondió de inmediato. Terminó de alimentar a Sebastián, lo cambió con los pañales que había traído y lo acostó en la cuna portátil. Solo entonces se sentó frente a Rodrigo, manteniendo una distancia respetuosa pero presente.

Tal vez sí, tal vez no, don Rodrigo. No soy quién para juzgar, pero le diré algo que mi abuela Amelia me enseñó. Cuando caemos hasta el fondo, solo hay dos opciones. Quedarse ahí llorando por lo perdido o usar el fondo como impulso para saltar más alto de lo que jamás estuvimos.

¿Y cómo se supone que salte? No tengo trabajo, no tengo dinero, no tengo casa. En 48 horas estaré en la cárcel si no pago deudas que no puedo pagar. Entonces usemos estas 48 horas sabiamente, respondió Valeria con una determinación que iluminó su rostro. Usted conoce este negocio mejor que nadie. Conoce a la gente, conoce los hoteles, conoce la industria.

Lo que perdió fueron edificios y cuentas bancarias, pero el conocimiento sigue aquí. dijo tocando su 100. Eso nadie puede embargarlo. Rodrigo la observó como si viera a Valeria por primera vez. Durante tres años ella había sido invisible para él, solo una más de las empleadas que limpiaban sus oficinas.

Ahora, en su momento más oscuro, era la única luz que quedaba. ¿Por qué eres así? Susurró Valeria. Sonrió con tristeza. Porque yo también lo perdí todo una vez, don Rodrigo, y cuando estuve en el fondo, una persona me tendió la mano sin pedir nada a cambio. Por eso estoy aquí, para tenderle la mano que alguien me tendió a mí.

Afuera, el sol comenzaba a ocultarse sobre el Caribe, tiñiendo el cielo de naranjas y púrpuras. En otras circunstancias, Rodrigo habría estado en su yate celebrando otro día exitoso. Ahora, sentado en una oficina que pronto no sería suya, con solo 300 pesos en el bolsillo y un futuro incierto, descubría algo que todo su dinero nunca pudo comprar.

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