MILLONARIO LLEGÓ SIN AVISAR Y VIO A LA NIÑERA CON SUS HIJOS… LO QUE VIO LO HIZO ENAMORARSE…

No estoy renunciando a nada. Estoy ganándolo todo. Sebastián apretó sus manos. Mi madre está afuera. Vino a disculparse. Mis hijos están aquí rogándote que vuelvas. Y yo estoy de rodillas en esta iglesia frente a toda esta gente pidiéndote que me enseñes a seguir creciendo. ¿Qué estás diciendo? Te estoy pidiendo que te cases conmigo, que nos hagas una familia de verdad, que me enseñes a rezar cada noche por el resto de nuestras vidas. Su voz se quebró, porque sin ti todos estamos perdidos.

Valeria negó con la cabeza, pero estaba sonriendo. Tengo miedo. Miedo de no ser suficiente para tu mundo. Mi mundo no importa. Tú importas. Y cuando sea difícil, cuando la gente juzgue, cuando tus socios te cuestionen. Sebastián recordó algo que ella misma les había enseñado a los niños. Me dijiste una vez que la fe no se trata de creer que eres perfecto, se trata de creer que puede ser mejor. Le tocó el rostro con ternura. Tengo fe en nosotros, Valeria.

Tengo fe en que juntos podemos enfrentar lo que venga. Valeria cerró los ojos respirando profundo, luego los abrió y miró a los tres niños que la observaban con esperanza pura. “¿Ustedes quieren esto, de verdad?” Sí, gritaron los tres al unísono. Queremos que seas nuestra mamá, dijo Diego. No como la otra que se fue. Una mamá de verdad que se quede, una mamá que juegue fútbol, agregó Mateo. Una mamá que nos enseñe a no tener miedo susurró Santiago.

Valeria los abrazó llorando en sus cabellos. Luego miró a Sebastián. Soy maestra de Puebla, hija de un albañil y una costurera. No sé usar tenedores de postre ni hablar de inversiones. Y yo soy un hombre roto aprendiendo a sanar. Creo que somos perfectos el uno para el otro. ¿De verdad crees que podemos? Creo que el amor verdadero siempre puede. Paleria miró hacia el altar como buscando una señal. Luego sonríó. Está bien, está bien. Sí, Sebastián Montalvo. Me casaré contigo.

La iglesia estalló en aplausos. Los feligres presentes, que habían estado observando toda la escena, celebraban como si fuera su propia familia. Los niños gritaron de alegría. Diego abrazó a Sebastián. Mateo saltaba de emoción. Santiago lloraba de felicidad. Sebastián besó a Valeria ahí mismo, en el reclinatorio frente al altar y toda la comunidad que la vio crecer. Cuando se separaron, Patricia estaba parada en la entrada de la iglesia. caminó lentamente por el pasillo con humildad en cada paso.

“Valeria”, dijo al llegar, “neito pedirte perdón, señora Montalvo, por favor, déjame hablar.” Patricia respiró hondo. “Te juzgué sin conocerte. Te ofrecí dinero como si tu amor fuera transacción. Te traté como amenaza cuando era salvación para mi familia. Estaba tratando de proteger a su hijo. Estaba tratando de controlar. Como siempre, Patricia tomó sus manos, pero vi a mis nietos destrozados esta mañana. Vi cuánto te aman y finalmente entendí que no se trata de clases sociales o apariencias. Se trata de quién te ama bien.

Leave a Comment