MILLONARIO LLEGÓ SIN AVISAR Y VIO A LA NIÑERA CON SUS HIJOS… LO QUE VIO LO HIZO ENAMORARSE…

Incluso de lejos podía ver cómo temblaban sus hombros. “Quédate aquí un momento”, le dijo a Patricia, pero no pudo detener a los niños. Diego, Mateo y Santiago echaron a correr hacia la iglesia antes de que alguien pudiera detenerlos. Sus zapatos resonaron contra el piso de piedra. Valeria. Ella levantó la cabeza bruscamente. Su rostro estaba manchado de lágrimas. Niños. Los tres la alcanzaron en segundos, chocando contra ella con tanta fuerza que casi la tiran. Sus brazos se cerraron alrededor de ellos automáticamente.

“¿Qué hacen aquí?” Vinimos por ti”, dijo Mateo aferrándose a su cintura. “No puedes irte”, soyó Santiago. “Te necesitamos.” Diego la miró con ojos serios más allá de sus 6 años. “Dijiste que la familia se queda junta, que los hermanos no se abandonan, pues tú eres nuestra familia, Valeria, y no vamos a abandonarte. ” Valeria vio entonces a Sebastián caminando por el pasillo central de la iglesia. Su traje estaba arrugado del viaje, su cabello despeinado, sus ojos rojos de no dormir, pero caminaba con determinación absoluta.

Los feligreses presentes comenzaron a notar la escena. Susurros llenaron el espacio sagrado. “Sastián, ¿qué?” “Déjame hablar”, dijo él llegando hasta ellos. “Por favor. ” Valeria asintió, incapaz de encontrar palabras. Sebastián se arrodilló junto a ella en el reclinatorio, no frente a ella, sino a su lado. Los dos mirando hacia el altar. No sé rezar tan bonito como tú, comenzó él con voz ronca. Pero estos últimos días he estado practicando, hablándole a Dios como me enseñaste, pidiéndole claridad.

Y te respondió, “Sí, me dijo que dejara de ser cobarde.” Valeria soltó una risa entre las lágrimas. Durante tres años me escondí, continuó Sebastián. Me escondí detrás del trabajo, del dinero, de la excusa de que estaba proveyendo para mis hijos, pero la verdad es que tenía miedo de sentir, de fallar, de enfrentar mi propia humanidad. Sebastián, llegaste a mi vida y destruiste todas mis defensas. Me mostraste que había estado viviendo como fantasma, que el amor duele y es incómodo y aterrador.

Volteó a verla. Pero también me mostraste que vale la pena, que estar vivo de verdad significa arriesgarse a romperse. Las lágrimas corrían libremente por el rostro de Valeria. Ahora soy un hombre que olvidó cómo amar, un padre que abandonó emocionalmente a sus hijos, alguien que valoró las apariencias sobre la autenticidad. Tomó sus manos. No merezco tu amor. Probablemente nunca lo merezca, pero voy a pasar el resto de mi vida intentando ser digno de él. No puedo pedirte que renuncies a tu mundo.

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