Millonario escucha los gritos de su hija adoptiva negra al llegar a casa, lo que él ve lo deja conmocionado.

La vocecita quebrada de Isabella hizo que Marcus dejara caer la maleta italiana sobre el suelo de mármol con un golpe sordo.

A sus años, Marcus había construido un imperio tecnológico valorado en 200 millones de dólares.

Había destrozado a competidores implacables y a políticos corruptos en los tribunales, pero nada lo había preparado para ese sonido.

Su hija suplicando en su propia casa.

Subió los escalones de tres en tres, cada paso alimentando una furia helada que él reconocía de sus peores momentos en los negocios.

La puerta del dormitorio de Isabella estaba entreabierta, revelando una escena que se le quedó grabada en la retina.

Isabella estaba acurrucada en la cama abrazando su osito de peluche gastado con lágrimas corriendo por su carita, que intentaba esconder detrás de sus rizos.

Frente a ella, Elena, la institutriz británica que llevaba 5 años trabajando para su familia, tenía los brazos cruzados y una expresión de desprecio que Marcus nunca había imaginado que pudiera existir.

“Tu padre te adoptó por lástima, niña, para parecer moderno e inclusivo ante los medios de comunicación.”

“Pronto él se cansará de esta farsa y volverás al lugar al que realmente perteneces, un orfanato sucio.”

Leave a Comment