El momento en que la realidad se volvió demasiado complicada, demasiado humana para la comodidad de los jefes.
Puedo trabajar con ella, se apresuró a decir.
Traje la cuna portátil.
Ella duerme la mayor parte del día y puedo alimentarla durante mis descansos.
No será una molestia, lo prometo.
Alejandro la observó.
26 años, madre soltera, manteniendo a toda una familia con las tareas del hogar, afrontando la posible pérdida de todo con una tranquilidad que nunca había tenido, ni siquiera en sus peores crisis empresariales.
Juegos familiares
“No uso las habitaciones de invitados”, dijo de repente.
Tú y Isabela podéis quedaros allí.
Los ojos de Camila se abrieron.
Señor, no podría, sería imposible.
No es una imposición, la interrumpió.
Es práctico.
No tendrías que viajar todos los días desde Shochimilko e Isabela estaría segura.
Lo que ninguno de los dos admitió en voz alta fue que este acuerdo cambiaría todo entre ellos.
En su mundo de contratos y negociaciones, Alejandro sabía reconocer un punto de inflexión cuando lo veía, y este definitivamente lo era.
Capítulo 2.
Nuevos arreglos.
A la mañana siguiente, Alejandro encontró a Camila en la cocina preparando café mientras Isabel dormía en su portabebé sobre la encimera de granito.
Los primeros rayos de sol se filtraban a través de los grandes ventanales, creando una atmósfera extrañamente doméstica en un espacio que hasta entonces parecía más una suite de hotel que una casa.
—Señor Mendoza —comenzó Camila sin levantar la vista de la cafetera.
“He estado pensando en tu oferta.
Eres muy generoso, pero necesito que entiendas mi situación.
Alejandro se sentó en uno de los bancos altos estudiando a la mujer que había trabajado para él durante dos años sin conocerla realmente.
Había pasado la noche investigando las leyes laborales para las trabajadoras domésticas, y lo que encontró lo dejó inquieto.
Explícame tu situación real, Camila, sin preocuparte por mi reacción.
Sirvió el café en dos tazas, con movimientos precisos, a pesar del cansancio visible en sus ojos.
Trabajo informalmente, como la mayoría de nosotros, sin contrato, sin beneficios, sin seguridad social.
Cuando nació Isabela, no tenía derecho a licencia de maternidad porque oficialmente no existía en el sistema.
Regresé a trabajar después de dos semanas porque no tenía otra opción.
Dos semanas.