Millonario debe pagar 980M a su ex embarazada, hasta que una joven pobre descubre la verdad….

Las cámaras de noticias grababan desde la galería capturando cada momento de lo que los periodistas ya llamaban el juicio del bebé de los 1000 millones. Richard sentía el peso de cientos de miradas, observando cómo su humillación se desarrollaba en tiempo real. De pronto, las pesadas puertas de roble al fondo de la sala se abrieron de golpe con un estruendo que hizo saltar a todos.

Cada cabeza se giró al ver una pequeña figura que corría por el pasillo central, una niña de 7 años con rizos desordenados y un vestido amarillo raído que había visto mejores días. apretaba con fuerza algo en su pequeño puño manchado de tierra. Esperen, esperen, no pueden hacer esto”, gritó con una voz que perforó la formalidad de la sala como una sirena en la noche, mientras sus pies descalzos golpeaban contra el suelo de mármol al correr.

Los guardias de seguridad se movieron de inmediato hacia la niña con torpeza, pero la jueza Morrison levantó la mano dejando que su curiosidad venciera décadas de estricto protocolo judicial. La niña era claramente pobre. Sus zapatos de lona tenían agujeros en las suelas. Su vestido estaba remendado en múltiples lugares con telas de distintos colores, y su rostro mostraba las huellas de alguien que había vivido en la dureza de la calle.

Las ojeras bajo sus brillantes ojos verdes hablaban de noches en vela y de una preocupación constante muy por encima de sus tiernos 7 años. “¡Detenganse ahí mismo!”, gritó la niña con sorprendente autoridad, plantándose directamente frente a la mesa de Richard como una diminuta guerrera enfrentando a un ejército. Sus ojos verdes ardían con una determinación imposible para alguien tan joven.

El señor Blackwood no es el papá. Tengo la prueba aquí mismo en mi mano. La sala del tribunal estalló en caos. Los reporteros lanzaban preguntas. Los espectadores jadeaban y señalaban mientras el rostro de Victoria se tornaba cenizo como si hubiese visto levantarse un fantasma de la tumba. Su hermano Marcus Blackwood, de 45 años y socio de Richard durante los últimos 15, se levantó de golpe de su asiento en la galería, el rostro enrojecido por el pánico.

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