Un millonario es sentenciado a pagar 980 millones a su exesposa embarazada hasta que una pobre niña de 7 años irrumpe en la corte y revela una verdad que deja a todos helados.
El estruendoso golpe del mazo resonó en la sala de mármol cuando la jueza Patricia Morrison se preparaba para dictar lo que se convertiría en el acuerdo de divorcio más costoso en la historia de Chicago. El magnate inmobiliario multimillonario Richard Blackwood permanecía rígido en su traje Armani. Sus manos envejecidas por 62 años de vida se aferraban con fuerza a la mesa de Caoba hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
La luz matinal de octubre se filtraba por los altos ventanales proyectando largas sombras sobre la galería abarrotada, donde los reporteros esperaban conteniendo la respiración. “Señor Blackwood.” La voz de la jueza Morrison cortó la tensión como una cuchilla.
“¿Queda usted ordenado a pagar 980 millones de dólares a su exesposa Victoria Blackwood para el cuidado y sustento de su hijo por nacer?” Victoria, de 38 años y con 6 meses de embarazo, se secó las lágrimas con un pañuelo de seda mientras su abogado le susurraba felicitaciones. Había jugado sus cartas a la perfección, el embarazo secreto revelado apenas días antes de la finalización del divorcio, la crisis emocional cuidadosamente orquestada en audiencias previas y ahora el mayor acuerdo en la historia del estado. Su vestido de maternidad de diseñador encajaba a la perfección resaltando su
creciente vientre que aseguraría su futuro financiero para siempre. El abogado de Richard James Patterson, con 55 años de experiencia grabados en cada arruga de su rostro curtido, se inclinó hacia delante con desesperación. Su voz temblaba al hacer un último ruego. “Señoría, mi cliente sostiene que la paternidad no ha sido establecida.
Solicitamos una prueba de ADN antes de imponer cualquier obligación financiera. El niño es claramente suyo, interrumpió el abogado de Victoria su voz retumbando en la sala. La señora Blackwood fue fiel durante los 20 años de matrimonio. Los intentos del señor Blackwood de negar a su propio hijo no son más que tácticas crueles de manipulación diseñadas para evitar sus responsabilidades financieras.
La mandíbula de Richard se tensó mientras los recuerdos lo inundaban 20 años de matrimonio. Incontables tratamientos de fertilidad interminables, visitas al médico, donde siempre le decían que él era el problema. Victoria lo había convencido de que su incapacidad para engendrar hijos estaba destruyendo su matrimonio. Ella había llorado, suplicado, rogado que él se esforzara más que gastara más en tratamientos.
Y ahora, justo cuando el divorcio estaba a punto de concluir, aparecía con un embarazo. Algo se sentía mal, profundamente mal, pero cada intento de cuestionar la cronología había sido desestimado por la corte. La sala abarrotada zumbaba con susurros.