Mi marido me regaló una pulsera de doscientos mil, pero el joyero dijo

Elena le dio la vuelta a la pulsera, examinando cada faceta: ni rastro del grabado. Y la talla era extraña: un poco grande.

«No, bueno, nunca se sabe… quizá sea un error», se susurró a sí misma. Pero su corazón ya latía con fuerza, como advirtiéndole que algo andaba mal.

Revisó los contactos de su marido, las redes sociales. Ni una sola Svetlana que pudiera levantar sospechas. Compañeros de trabajo, familiares… nada.

«¿Quizá lo compró por encargo?», intentó tranquilizarse. Pero la idea no la abandonaba.

El lunes, después de esperar a que Mikhail se fuera a trabajar, Elena fue a la misma joyería. La tienda tenía un aspecto lujoso: los escaparates brillaban y había seguridad en la entrada.

«Hola», le dijo a la dependienta. «Mi marido compró una pulsera aquí hace tres semanas. Quisiera consultar la garantía».

«Por supuesto. El cupón, por favor». La chica revisó el documento y asintió:

«Recuerdo esa compra. ¿Qué necesita?».

«En el recibo pone que la pulsera debería tener un grabado, pero no lo tiene».

La vendedora frunció el ceño y se sentó frente al ordenador.

«Un momento… sí, aquí está: pedido 2847. Grabado: “Para mi Sveta. M.” Correcto.»

«Pero no hay nada grabado en la pulsera.»

Leave a Comment