Mi mamá le dijo a mi novio que se casara con mi hermana. Ahora trabajan para mí.

Yo me encargué de la estructura, él construyó la visión. En un año, tuvimos nuestro primer cliente importante. En dos, el espacio compartido se nos quedó pequeño y nos mudamos a una suite esquinera.

En algún momento, la amistad se fue profundizando. Una noche, estábamos revisando informes trimestrales en el suelo de mi sala, con los hombros tocándose, cuando él levantó la vista de la hoja de cálculo.

“Cásate conmigo.”

Me reí. “Estás bromeando”.

—No lo soy. Sé mi compañero en todo.

Tres meses después, nos casamos en el juzgado con Jamie como testigo. Sin fanfarrias. Sin familia.

Sólo nosotros.

Nuestra colaboración prosperó, tanto en el trabajo como en la vida. Patrick siguió siendo el soñador, y yo fui quien materializó esos sueños en la estrategia. Éramos un equipo en todos los sentidos.

Sólo con fines ilustrativos

Cinco años después, Reynolds Capital era una empresa respetada, ágil y silenciosamente poderosa.

Fue entonces cuando nos llegó la propuesta: Meridian Investment Group . Una fusión que multiplicaría por diez nuestro alcance y nuestra cartera.

Una mañana, mientras tomábamos un café, Patrick me dio una revista financiera. «Te va a encantar».

Se me paró el corazón. En la página doce, un breve artículo mencionaba la inminente quiebra de Davis & Associates , la firma de Elizabeth. Su expansión había fracasado. Y en letra más pequeña: Mark Davis, ahora en cumplimiento normativo en Meridian Investment Group.

Dejé la revista.

“¿Aún quieres seguir adelante con la adquisición?”, preguntó Patrick con amabilidad. “Me iré si es demasiado personal”.

Sus palabras me llenaron el pecho de calidez. No porque se ofreciera a caminar, sino porque lo decía en serio.

—Son sólo negocios —dije apretándole la mano.

Para celebrar la adquisición, planeamos una gala en Chicago.

Leave a Comment