—Estoy bien, Rosa. En un hotel —respondí—. ¿Qué cosas están pasando?
La mujer dudó un momento antes de soltar la bomba.
—Tu hijo discutió con dos hombres en el pasillo. Estaban vestidos como abogados o algo así. Le entregaron un sobre. Él gritó que era imposible, que tú no podías hacerle eso. Luego se encerró en el apartamento… y a las dos horas cambió la cerradura.
Sentí que la sangre me hervía.
—¿Un sobre? ¿Qué dijeron?
—No alcancé a escuchar bien, pero creo que mencionaron… deudas. Y el nombre de tu marido.
Mi corazón dio un salto.