Acá en Miami he construido una nueva vida. Vivo en un departamento cómodo cerca de la playa. Tengo vecinos agradables que no saben nada de mi pasado. He aprendido inglés básico para comunicarme mejor. Por primera vez en años nadie me mira como si fuera asqueroso. He conocido a otros jubilados argentinos que viven acá. Jugamos cartas los jueves, vamos a almorzar los domingos, organizamos excursiones los fines de semana. Tengo una vida social activa con gente que me respeta, que valora mi compañía, que no encuentra repugnante mi presencia.
Conocí a María Elena, una viuda colombiana de 68 años que perdió a su marido hace 2 años. Es una mujer inteligente, elegante, que cocina delicioso y que me trata con cariño genuino. No hemos hablado de matrimonio, pero disfrutamos mucho la compañía del otro. Aurelio, me dijo María Elena la semana pasada, vos tenés una tristeza en los ojos que no se va nunca. ¿Qué te pasó en Argentina que te dolió tanto? Le conté parte de mi historia sin entrar en detalle sobre el dinero.
Le dije que mi hija me había dicho cosas hirientes y que por eso me había ido del país. ¿Y no extrañas a tu familia? Extraño a los nietos, María Elena, pero no extraño la humillación. ¿Y si tu hija te pidiera perdón sinceramente? Si realmente hubiera cambiado, María Elena, hay cosas que se pueden perdonar y hay cosas que no. Cuando tu propia hija te dice que le das asco, eso marca el alma para siempre. La semana pasada recibí una llamada que no esperaba.
Era el doctor Ruiz, mi abogado de Argentina. Don Aurelio, necesito hablar con usted sobre un tema legal. ¿Qué pasa, doctor? Su hija ha contratado abogados para tratar de impugnar las ventas de sus propiedades. Alega que usted las vendió bajo coacción emocional. Eso es posible, doctor. Don Aurelio, usted vendió sus propiedades estando en pleno uso de sus facultades mentales. Tengo todos los papeles firmados, todas las evaluaciones psicológicas que pedí que se hiciera. Nadie puede impugnar esas ventas. ¿Y qué más quiere hacer mi hija?
¿Quiere que la justicia la declare su tutora legal? Alegando que usted está mentalmente incapacitado para manejar dinero. ¿En base a qué? En base a que un padre cuerdo nunca abandonaría a su hija y a sus nietos. Doctor, ¿un padre cuerdo soportaría que su hija le diga que le da asco? Por supuesto que no, don Aurelio, pero su hija está desesperada. Ha perdido su casa. Está trabajando en dos empleos. Los chicos están en terapia psicológica. Está haciendo cualquier cosa para recuperar el dinero.
Que haga lo que quiera, doctor, pero no va a conseguir nada. Ayer Elena me llamó con una noticia que me sorprendió. Aurelio Esperanza se mudó otra vez. Ahora vive en una pensión con los chicos. ¿Una pensión? Sí, hermano. No puede pagar el alquiler del departamento. Los chicos están faltando al colegio privado porque no puede pagar las cuotas. ¿Y cómo están ellos? Mal, Aurelio, muy mal. Matías me preguntó si vos te moriste y por eso no volvés. Sofía no habla casi nada desde que se mudaron a la pensión.
Elena, yo no elegí que mis nietos sufrieran. Esperanza eligió humillarme sabiendo que tenía hijos que dependían de mí. Y no hay nada que pueda hacer esperanza para que vos la perdones. Elena, ¿vos perdonarías a alguien que te dijera que le das asco a tu propia hija? No sé, hermano. Es muy doloroso lo que te hizo. Entonces, entendés por qué no puedo perdonarla. Esta mañana, mientras tomaba café en el balcón de mi departamento mirando el mar, pensé en todo lo que había pasado en estos 8 meses.