Apreté los puños, lista para escuchar lo peor.
Pero el sheriff dejó la carpeta sobre la mesa, respiró hondo y dijo:
—El sospechoso no es el tío.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
—Entonces… ¿quién? —pregunté casi sin voz.
El sheriff me miró fijamente, y lo que dijo después marcó el inicio de una verdad mucho más retorcida de lo que jamás imaginé….
El sheriff tomó asiento frente a mí y abrió la carpeta con los resultados del laboratorio. Yo no podía dejar de observar sus manos, esperando ver en su gesto alguna señal que anticipara lo que estaba a punto de revelarme. Finalmente, señaló el informe.
—La mancha no es sangre, ni ningún fluido corporal. Es… adhesivo industrial mezclado con tierra.
Me quedé atónita.
—¿Adhesivo? ¿Como pegamento?