—Antes de conocerte, tuve una relación corta con Svetlana. Cuando supe que estaba embarazada, me dio miedo. No estaba listo para ser padre… y huí.
Svetlana crió sola a Lilia. Nunca pidió nada. Hace unos meses se reencontraron por casualidad. Lilia, curiosa, empezó a hacer preguntas sobre su padre, y Svetlana accedió a que se conocieran poco a poco.
—¿Y por qué no me lo dijiste? ¿Por qué llevaste a nuestros hijos a verla sin hablar conmigo? —le pregunté, al borde de las lágrimas.
—Tenía miedo. Miedo de perderte, de destruir lo que tenemos. Solo quería que los niños conocieran a su hermana sin causarte dolor. Sé que me equivoqué, pero no sabía cómo hacerlo bien.
Mi mundo se derrumbó. Me había mentido, me había quitado el derecho de decidir. Pero al ver a Lilia jugar con Ana y Vanya, algo cambió dentro de mí.
No era solo una traición… era la historia de una niña que solo quería conocer a su padre.
En casa, hablamos durante horas, entre reproches, lágrimas y silencios. Mijaíl confesó que su madre, Diana, sabía todo y que lo había ayudado a cubrir sus salidas, diciendo que se trataba de “visitas a la abuela”.
—Mi madre me rogaba que te lo contara, pero yo pensaba que habría un mejor momento… —dijo, avergonzado.