Emily se sobresaltó. Antes de que hablara, entró otra persona. “Lo sabíamos desde el principio, de hecho hace 10 años.” Apareció George. Tenía sentido: hacía poco Emily le había exigido el divorcio alegando diferencias irreconciliables.
“Me sorprendiste cuando hablaste de divorcio. Ah, y, por cierto, todavía no estás divorciada. Los papeles siguen aquí. ¿No te diste cuenta?” “¿Qué?”
Me figuraba que no era propio de Emily y John confirmar nada. Pero me dejó atónito que Emily, pese al periodo de espera de 100 días para que una mujer vuelva a casarse…
no lo hubiera notado en meses. “Así que Emily sigue siendo mi esposa y Emma sigue siendo mi hija. Aunque pronto no habrá esposa…”
“¿Qué quieres decir?” “Una chica de 15 puede elegir con qué padre quedarse.” “Eso no es cierto. ¿Verdad que quieres estar con mamá, Emma?” Emily miró a Emma. Emma frunció el ceño y me tomó la mano. Emily se quedó sin palabras y me fulminó.
Entonces John soltó una carcajada. “Ah, ya entiendo. Ustedes dos están juntos, ¿eh? Pero qué pena. ¿No es imposible vivir solo con el salario de George?”
“Deja de suponer tonterías. Además, George gana el doble de lo que crees.” “¿Y Emily lo sabe, eh? Será un farol. Jajaja. Además, tú no puedes trabajar con tu enfermedad.
Vas a morir miserablemente en algún lado.” Esta vez fui yo quien se rió de su enorme malentendido. John se irritó al verme reír.
“No sabes mis ingresos, ¿verdad?” “Seguro que son poco más que un medio tiempo.” “No. Mi ingreso anual es de 500.000 dólares.” “¿Eh?” John abrió ojos y boca, paralizado.
Emily también quedó atónita. En realidad, en los últimos 10 años me volví una autora infantil popular y mis ingresos se dispararon gracias a ensayos, entrevistas y demás.
Además, pronto hay una adaptación cinematográfica, así que mi ingreso está por las nubes. “Mentira.” “¿Quieres ver?” Le mostré a Emily mi cuenta bancaria.
Se veía claramente dinero grande entrando cada mes. Emily se quedó sin palabras. “Sarah, reconciliémonos…” “¿Qué dices?” Emily estalló ante las palabras de John.
Cegados por el dinero, los observé en silencio y hablé: “Si quieren casarse, háganlo. Ah, y por supuesto reclamaré daños y perjuicios.”