“Espera, Sarah—” Ignoré a John, tomé la mano de Emma y, tras despedirme de mis suegros, me fui.
John trabajaba en la empresa de mi suegro, pero se supo que mentía sobre salir a vender y lo despidieron.
Mi suegro planeó meterlo a la fuerza en el barco pesquero de un amigo y hacerlo trabajar duro. El trabajo en un pesquero fue duro para un John de vida sedentaria; me llamó varias veces.
Pero cada vez avisaba a mi suegro, y al final las llamadas cesaron. Emily perdió la custodia a favor de George y se divorció. No parecía interesada en John, que ya no podía permitirse lujos, ni él en perseguirla…
Fue desheredada y vivió sola en un departamento ruinoso. No había trabajado desde que se casó. Y como siempre hacía que otros hicieran todo, no sabía hacer nada por sí misma.
Casi no había lugares que la contrataran a tiempo completo. Aun así tenía que pagar gastos y pensión.
Así que trabajó en varios empleos parciales y apenas sobrevivía. Al entrar al bachillerato, Emma estudió duro cada día para irse al extranjero y entrar a una universidad prestigiosa.
Siempre fue aplicada; su sueño es traducir mis libros ilustrados y llevarlos a niños de todo el mundo, lo que me hace feliz.
En cuanto a mí, mis álbumes ilustrados se venden bien y recibo cada vez más ofertas para anime y merchandising.
Mi enfermedad también va mejorando; aunque sigo hospitalizada, el médico me dijo que quizá me den el alta el año que viene.
¡Y una cosa más! George y Emma vienen a verme todos los días. De hecho, George me confesó hace poco, pensando en volver a casarnos. Aún no he respondido, pero no puedo evitar tener sentimientos por él.
Dice que quiere que vivamos juntos cuando salga del hospital. Mientras pienso qué responder, trabajo a diario en mis libros ilustrados, deseando un futuro feliz para nosotros.