Me casé con un hombre rico por dinero, pero resultó ser alguien que nunca esperé

La vida en palacio
Unos días después, empecé a saber más sobre el hombre con el que me había casado.

Don Armando era tranquilo, siempre observador, y parecía medir cada movimiento.

Era amable, pero había momentos en que su mirada parecía… diferente.

Una noche, mientras cenábamos, noté algo extraño en su forma de sostener la copa.

Sus manos no parecían las de un anciano: eran limpias, suaves y fuertes.

“Don Armando”, pregunté con curiosidad, “¿cuántos años tenía?”.

Simplemente sonrió.

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