Lucía vendió su cu3rpo para pagar la cirugía de su madre y juró no volver a ver a su patrón, hasta que dos semanas después él la llama para darle una noticia que lo cambia todo.-nhuy

 

Lily, mi hija de siete años, se estaba desvaneciendo.
Los médicos no lo dijeron directamente, pero sus ojos lo decían por ellos: no sabían cuánto tiempo más podría aguantar su pequeño y cansado cuerpo.

Cada día parecía robarle un poco más de color, un poco más de fuerza, un poco más de su infancia.
Aun así, siempre sonreía… una sonrisa pequeña, valiente, casi imposible.

Justo ese día, cuando llené la habitación con globos y un pastel ridículamente pequeño, Lily me miró como si estuviera guardando un secreto demasiado grande para su edad.

“Mamá…”, dijo con una voz tan suave que apenas pude oírla.
“Este será mi último cumpleaños”.

Mi corazón se rompió en mil pedazos.
Le rogué que no dijera eso, que los médicos estaban haciendo todo lo posible, que ella era fuerte, que la amaba más que a mi vida misma.

Pero ella simplemente negó con la cabeza levemente, como si entendiera cosas que yo me negaba a aceptar.

Luego hizo la petición que lo cambió todo.

Mamá… revisa el osito de peluche que está debajo de mi cama.
Y, por favor… no se lo digas a papá.

Se me encogió el estómago.
¿Por qué no esperaba que su padre lo supiera?
¿Qué podía estar escondiendo una niña así en un simple animal de peluche?

Leave a Comment