a hacer algo diferente.
” Nadie respondió, pero tampoco la ignoraron. Mariana les hizo una seña con la mano para que la siguieran. Bajaron en silencio, pasaron de largo el comedor enorme y entraron directo a la cocina. Chayo los vio y soltó una risa seca. Aquí no pueden estar. Mariana la miró tranquila. Hoy sí pueden.
Chayo la miró con los ojos bien abiertos. Eso va contra las reglas del señor. Mariana respiró profundo. Entonces que me corra. Y siguió su camino con los niños detrás. La cocina era amplia, llena de luz y con una isla grande en el centro. Mariana sacó harina, huevos, leche y azúcar. Todo lo puso
sobre la mesa como si fuera un juego. Emiliano se acercó sin tocar nada. Sofía la miraba con curiosidad.
Mariana les dio un bowl a cada uno. Vamos a hacer hotcakes, pero ustedes son los chefs. Yo solo ayudo. Ellos se miraron entre sí, como preguntándose si de verdad podían hacerlo. Sofía fue la primera en meter las manos en la harina. Emiliano se animó a romper un huevo, aunque lo hizo tan fuerte que
se salpicó la cara. Mariana no se rió, solo le ofreció una toallita.
Eso pasa cuando uno se apura. No pasa nada. Poco a poco se soltaron, rieron bajito, mezclaron, probaron. La cocina empezó a llenarse de un olor rico, diferente. Chayo los veía desde la estufa cruzada de brazos. No decía nada, pero no se fue. Cuando terminaron de cocinar, Mariana puso los hotcakes
en platos pequeños y los llevó a la mesa de la cocina, no al comedor.
Ella se sentó con ellos, les dio miel, rodajas de plátano, un poquito de crema batida. Sofía puso cara de duda. Emiliano giró el tenedor en la mano. Mariana no los miraba directo, solo comía el suyo. Tranquila, como si todo fuera normal. Sofía fue la primera. Tomó un pedacito chiquito. Mariana
fingió no notarlo. Luego Emiliano también lo hizo. No dijeron nada, pero masticaron.
Mariana casi suelta el llanto ahí mismo, pero se aguantó. Solo dijo, “Les quedó muy buenos.” Ellos no respondieron, pero se terminaron la mitad. En eso entró Ricardo. Se detuvo en seco al ver la escena. Los tres sentados en la cocina, platos sucios, harina en la mesa, niños comiendo. Mariana lo
miró sin moverse.
“Buenos días”, dijo él. Sofía bajó el tenedor. Emiliano se quedó quieto. Ricardo se acercó serio. “¿Qué hacen aquí?” Mariana se levantó. Estamos desayunando. Los niños cocinaron. Fue idea mía. Ricardo miró a los niños. Ellos no hablaron. ¿Cocinaron ustedes? Preguntó Emiliano. Asintió. Sofía bajó la
mirada. ¿Comieron? Esta vez no dijeron nada. Solo Mariana respondió.
Sí, por primera vez. Ricardo respiró hondo, miró la mesa y luego a Mariana. Eso no estaba en el plan. ¿Y qué si estaba en el plan? Preguntó ella sin levantar la voz. Chayo intervino desde su rincón. Se metieron donde no deben. Esto no es una fonda. Ricardo la miró. Está bien, Chayo. Solo déjanos un
momento. La mujer frunció los labios y salió.
Mariana no sabía si la iban a correr ahí mismo. Ricardo se quedó viendo los platos. Luego a los niños. ¿Les gustó?, preguntó. Sofía hizo un gesto apenas visible. Emiliano dijo bajito. Sí. Ricardo no supo qué hacer con esa respuesta. Mariana tampoco. Él se acomodó el saco. Está bien, pero no lo