soy la guía. Ustedes son los exploradores.
Los niños sonrieron. En el camino de regreso, los dos se durmieron recargados en Mariana, uno de cada lado. Ella los cubrió con sus chaquetas y miró por la ventana. Pensaba en todo lo que no se dice con palabras, en todo lo que se sana, solo estando, estando de verdad. Cuando llegaron a casa,
Ricardo los recibió en la puerta.
Mariana bajó primero, luego los niños corrieron a abrazarlo. Él los levantó a los dos al mismo tiempo. ¿Se portaron bien? Sí, pero me dio tristeza dijo Sofía. Ricardo la miró serio. ¿Por qué? Porque me acordé de mamá. Ricardo tragó saliva. Yo también me acuerdo mucho de ella. Mariana solo
observaba. Ricardo levantó la vista. Gracias por todo, Mariana. Ella sonrió.
No hacía falta más. El viaje escolar no solo había sido un paseo, fue una prueba. Y aunque nadie se lo dijo en voz alta, sabían que Mariana no era solo la niñera, era la persona que sabía cómo cargar con lágrimas, con risas y con recuerdos, sin romperse. El ambiente en la mansión era tenso como
nunca. Adriana había vuelto sin avisar.
Mariana la vio en la sala de estar parada junto al piano antiguo mirando fotos de familia. Tenía los brazos cruzados y una sonrisa fría. Ricardo apareció a su lado con una mirada dura. Todo presagiaba tormenta. Adriana habló primero sin saludar. Solo vine a terminar lo que empecé. Ricardo la miró
sin decir nada.
Los niños estaban ocultos en el pasillo, pero podían escuchar. Mariana se puso entre ellos y Adriana para protegerlos. Adriana se rió un poco. Los niños no van a entender, pero tú sí. Ella miró a Mariana a los ojos. Traje algo que te hará salir corriendo. Ricardo se acercó. Adriana sacó un sobre,
lo tiró al suelo frente a él.
Fotos, documentos, facturas viejas con la firma de Mariana. una mezcla de acusaciones, supuestas deudas impagadas, facturas niegas, referencias falsas. Mariana sintió que se le hacía un agujero en el estómago, pero respiró hondo, nada que ella no pudiera enfrentar. Ricardo levantó el sobre con
cuidado. La tensión se cortaba con cuchillo. Adriana los observaba satisfecha.
¿Mis papeles?, preguntó Mariana con voz firme. Ahora sí quieres escuchar. Adriana asintió. Todo esto lo conseguí con un investigador privado. Dicen que mentiste en tu currículum, que robaste documentos y que pedir plata es parte de tu costumbre. Mariana lo estremeció todo y tapó la boca al
escuchar. Sabía que lo que decía sonaba grave, pero se negaba a dejar que eso definiera su vida.
Ricardo bajó el sobre, miró primero a Mariana, luego a Adriana. Estaba confundido. Parecía que quería proteger a Mariana, pero también quería pruebas. ¿Es verdad?, preguntó con voz baja. Mariana negó con la cabeza. No, todo es mentiras, falsificaciones. Ricardo alzó la vista buscando en su rostro
alguna señal. No encontró nada. Su mano temblaba.
Adriana dio un paso al frente. Tienes que creerme. Yo no quería llegar a esto, pero te lo advertí. Mariana no retrocedió. Se le pararon las piernas, pero siguió firme. No sabes nada de mí. No sabes de lo que he pasado. No tienes derecho a arruinar mi vida con mentiras. La casa estaba en silencio.
Solo se oían los relojes marcando el tiempo.
Ricardo dejó el sobre en una mesa cercana. cerró los ojos y respiró profundo. Cuando los abrió, su voz estaba más clara. Si todo esto es mentira, lo vamos a probar. Miró a Adriana. ¿Quién hizo este invento? Ella solo lo miró con desprecio. No me importa. Lo que importa es que te advirtieron.