de Sofía y Emiliano. Les ajustó las mochilas, les dio un beso en la frente a los dos y miró a Mariana.
Gracias por ir con ellos. Ella solo asintió con una sonrisa. Sabía que Ricardo no lo decía por compromiso. De verdad confiaba en ella. En la entrada del colegio ya estaba el autobús estacionado. Mariana llegó con los niños y se formaron con su grupo. Los otros niños estaban emocionados, brincaban,
hablaban fuerte. Los gemelos se quedaban pegados a Mariana, como si el ruido los hiciera sentir raros.
La maestra encargada, una señora de mirada amable, saludó a Mariana con una sonrisa de alivio. Gracias por venir. A veces ellos se ponen nerviosos con tanto ruido. Mariana entendió todo con solo esa frase. El camino en el autobús fue largo. Sofía se sentó del lado de la ventana. Mariana en medio,
Emiliano al otro lado. No hablaban mucho. Veían el paisaje pasar. Cada tanto, Mariana le señalaba algo.
Una tienda con forma de castillo, una casa con jardín lleno de flores. Emiliano medio sonreía. Sofía sacó su libreta y empezó a dibujar árboles. Cuando llegaron al zoológico, bajaron en fila cada grupo con su guía. Mariana iba con ellos todo el tiempo. Al principio, Emiliano no soltaba su mano.
Sofía caminaba con pasos cortos.
mirando a todos lados. No era miedo, era algo más. Como si no terminaran de sentirse parte, fueron al área de las jirafas, luego a la zona de aves exóticas. Mariana les compró un helado. El día avanzaba tranquilo hasta que llegó el momento del almuerzo. Los grupos se separaron. A Mariana le tocó
sentarse en una mesa bajo una palapa con los niños y dos mamás más.
Mientras abría las mochilas, notó que Sofía estaba rara, muy callada. No quería comer. Emiliano la miraba, pero no decía nada. Mariana se inclinó. Todo bien, Sofía. La niña negó con la cabeza. Mariana puso la mano sobre la suya. ¿Quieres que vayamos al baño? Sofía solo la miró con los ojos
brillosos.
Mariana entendió al instante, se levantó con ella, la llevó lejos del grupo. Sofía se sentó en una banca y se soltó a llorar. Mariana se agachó a su nivel, no dijo nada. Esperó. Cuando la niña pudo hablar, dijo en voz bajita, “Aquí veníamos con mi mamá.” Mariana sintió un nudo en el pecho. Ella nos
traía y nos decía que los osos eran nuestros tíos. Mariana se rió suave.
Y los tigres que eran nuestros primos respondió la niña con una sonrisa mojada. Emiliano llegó corriendo. Está bien. Mariana lo abrazó. Sí, solo recordamos cosas lindas. Emiliano se sentó junto a su hermana. Yo también me acordé de la foto con los elefantes. Papá la tiene en su escritorio. Mariana
los abrazó a los dos sin apretar.
solo lo sostuvo y los tres se quedaron ahí en silencio con el ruido del zoológico de fondo y los recuerdos flotando entre ellos. El resto del día fue más suave. Mariana les compró unas pulseritas con forma de animal. Sofía eligió una de tortuga. Emiliano, una de león. Mariana no quiso ninguna. Yo