final, encontró otra frase clave.
Si algo me pasa, espero que alguien entienda lo que yo no pude decir en voz alta. Mariana cerró el diario con fuerza. Su corazón latía más rápido. No era chisme, no era morbo. Era como si Lucía le hablara desde otra parte, contándole algo que nadie más había querido ver. Mariana guardó el
imaesitero diario en su mochila.
Decidió no decir nada por ahora, ni a Ricardo, ni a Chayo, ni a nadie. Esa noche no pudo dormir bien. Se le aparecían las palabras de Lucía como si fueran suyas. Empezó a ver a Adriana con otros ojos. Cada sonrisa suya le parecía forzada, cada comentario un disfraz. Y lo peor era que Ricardo no
parecía darse cuenta o no quería hacerlo.
La mañana siguiente, Sofía encontró a Mariana en la cocina y le dijo que quería escribir un diario como el de su mamá. ¿Cómo sabes que ella tenía uno?, preguntó Mariana. Una vez me dijo que cuando estaba triste escribía y se sentía menos sola. Mariana tragó saliva, le dio una libreta nueva y le
dijo que hiciera lo mismo. Sofía sonríó. Pero no quiero escribir cosas tristes.
Quiero contar lo que me gusta de ti. Mariana no supo qué decir, solo la abrazó. Pero ya no era la misma. Algo había cambiado. Ahora sabía que Lucía no había muerto en paz y que quizás su muerte dejó más preguntas que respuestas. El diario no decía todo, pero sí decía algo muy claro.
Lucía no confiaba en todos los que tenía cerca y Mariana ahora empezaba a entender por qué. Desde que Mariana leyó el diario de Lucía, algo dentro de ella no la dejaba en paz. Iba por la casa con la misma sonrisa. Cocinaba, jugaba con los niños. Escuchaba a Chayo hablar de sus achaques, pero por
dentro no podía dejar de pensar en lo que había leído, especialmente en esa parte de ella, esa mujer que lucía, nombraba sin nombre, que parecía estar siempre cerca, aunque nadie hablaba de eso.
No pasó mucho tiempo antes de que Adriana apareciera otra vez. Esta vez llegó con maletas. Solo estaré unos días, dijo con su típica voz seca. Ricardo no protestó, parecía cansado, distraído. Mariana no se sorprendió. Lo que sí la sorprendió fue el cambio en los niños. En cuanto vieron a Mina
Nesenta, su tía se pusieron serios.
Sofía dejó de hablarle a Mariana por un rato. Emiliano se volvió más callado. Era como si la presencia de Adriana los hiciera encogerse. Adriana se instaló en una de las habitaciones de invitados, pero no se quedaba quieta. Iba de un lado a otro como si inspeccionara todo. Comentaba cosas sin que
nadie se lo pidiera. Este mantel está manchado.
Los niños no deben correr por la casa. No entiendo cómo Mariana tiene tanto acceso a todo.” Nadie le respondía, pero el ambiente ya no era el mismo. Una tarde Mariana estaba en la biblioteca con los niños. Les leía un cuento cuando escuchó que alguien hablaba por teléfono desde el pasillo. Era