—No necesito tu culpa. Necesito tu valentía. Tu compromiso. Lo demás ya no depende de ti.
—¿Qué hospital? —preguntó Jonathan, tragando saliva—. ¿Cuándo empezamos?
—El lunes. En el St. Mary’s. Ya está en la lista de espera… pero se nos acaba el tiempo.
Cuando ella se dio la vuelta para irse, Jonathan la detuvo.
—Nina…
Ella se detuvo, pero no volteó.
—Cometí un error terrible.
—Ambos lo hicimos —susurró—. Pero yo viví con el mío. Tú huiste del tuyo.
Y se fue.
Esa noche, Jonathan no pegó el ojo. Sentado en su estudio, rodeado de premios, portadas de revista y diplomas de prestigio, sintió que nada de eso tenía valor.
Todo lo que veía eran los ojos de ese niño… sus propios ojos.
Había ganado todo, excepto lo que más importaba.
Y tal vez, solo tal vez, aún estaba a tiempo.
St. Mary’s Hospital