La vida de Denise había cambiado por completo en un instante.
Un diagnóstico inesperado, una verdad amarga que golpeó su cuerpo y su alma, y la lucha por mantener la esperanza ante una enfermedad que la consumía.
A pesar de todo, la falta de apoyo emocional de su familia, especialmente de sus padres, la dejaba cada vez más vacía. El diagnóstico de cáncer había desnudado la cruda realidad de sus relaciones familiares, revelando un abismo entre lo que ella esperaba y lo que realmente recibía.
Cuando recibió su diagnóstico de linfoma de Hodgkin en estadio 2, se sintió como si el suelo bajo sus pies se desmoronara. El dolor físico era solo una fracción de lo que realmente le dolía: la indiferencia de sus padres. Había llamado a su madre, con la esperanza de obtener consuelo, de que alguien la escuchara en ese momento de vulnerabilidad, pero en lugar de empatía, la respuesta fue una desconexión fría.
