Las veladas en los restaurantes de lujo rara vez son tranquilas.

1. Rostros Inolvidables

Marina levantó la vista, solo para pronunciar la frase habitual de rechazo o aceptación cortés. Pero las palabras se le atragantaron, un nudo que no podía tragar.

Dos rostros frente a ella.

Dos pares de ojos.

Una sola respiración para ambos, como antes.

Conocía esos rasgos. Los conocía mejor que los suyos propios. Podía dibujarlos con los ojos cerrados. La mandíbula del chico mayor era idéntica a la de su hijo, Ethan. El mismo arco de cejas. La misma línea tensa en sus labios, cuando estaba a punto de decir la verdad, a pesar del miedo.

Y los ojos del niño… los de Liam. No cabía duda. Claros como el hielo matutino, igual de frágiles. Y ese lunar diminuto, casi imperceptible, bajo su ojo. Esa marca que una vez admiró, al darle un beso de buenas noches a su hijo.

Seis años.

Seis largos e interminables años.

Inhaló bruscamente, como quien de repente se queda sin aire.

—¿Qué… cómo se llaman?

Leave a Comment