La sirvienta negra dormía en el suelo con el bebé — el multimillonario la vio… Y entonces ocurrió algo extraño…

Ella abrió.
—Necesito hablar contigo.

Salió, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella.
—Te debo una disculpa —dijo Nathaniel.

Silencio.
—¿Por qué? —preguntó Maya, tranquila, sin suavidad ni enojo, solo firmeza.

—Por cómo te hablé. Por lo que dije. Fue cruel. Y estuvo mal.

Ella asintió.
—Lily sabe lo que es real —dijo—. No le importa la riqueza ni los títulos. Solo necesita calor.

—Lo sé. Eh… No dormirá a menos que se sienta segura.
—Lo sé —repitió él—. Y creo que no es la única.

Nathaniel bajó la mirada.
—Lo siento, Maya.

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