Su matrimonio era una fachada. Ximena era controladora, celosa, y supervisaba cada paso de Rodrigo. Aunque él ostentaba el título de Director Regional Norte en la empresa familiar, todas las decisiones reales las tomaban ella y su padre. Cualquier intento de proyecto propio era bloqueado. Y sus infidelidades… severamente castigadas.
El hombre que una vez abandonó a sus hijos por “libertad” ahora vivía en una jaula de oro.
Mariana inscribió a Santiago y Emiliano en la misma escuela que el hijo de Rodrigo —aunque en otro grado. Rentó un departamento de lujo cerca, en Reforma, y abrió un nuevo spa llamado “Esencia Mariana”, en la zona de Coyoacán.
Nunca contactó a Rodrigo directamente.
Dejó que el destino hiciera su parte.
Dos semanas después, en un congreso de la industria de belleza en el Hotel St. Regis, Rodrigo asistió como patrocinador.
Apenas entró al salón… se congeló.
Sobre el escenario, dando una ponencia sobre innovación en estética para 2025… estaba Mariana.
Ya no era la esposa tímida. Era una mujer imponente, inteligente, segura.
No lo miró ni una sola vez.
Rodrigo no pudo concentrarse en el resto del evento. Su mente era un torbellino:
—“¿Qué hace aquí?
¿Quién es ahora?
¿Dónde están los niños…?”
Al día siguiente, le escribió un mensaje. Ella aceptó reunirse —en una cafetería en la Colonia Roma.
Rodrigo llegó temprano, nervioso como si fuera su primera cita.
Cuando ella entró, él se puso de pie al instante.
—“Nunca imaginé que nos reencontraríamos así.”
—“Yo sí,” respondió Mariana con frialdad. “Lo planeé todo.”
—“Mariana… ¿cómo has estado? Y… ¿el bebé?”
—“Dos. Gemelos,” respondió firme.
“Los crié sola. Son fuertes, inteligentes… y mucho mejores que la ‘libertad’ que tú querías.”
Rodrigo se quedó sin palabras.