“Luis… ¿qué pasa? ¿La escuchaste?”
Luis alzó el rostro, empapado en lágrimas y lluvia. Su voz era apenas un murmullo quebrado:
“Fue mi culpa… Yo… yo la hice sufrir…”
El patio contuvo el aliento. La lluvia aumentó, pero nadie se movió. Luis miró el rostro bañado en lágrimas de su esposa y susurró, destrozado:
“Aquella noche… se enteró de que había otra mujer. No gritó, no discutió. Solo se quedó sentada, llorando… abrazando su vientre toda la noche. Le juré que lo acabaría… que no significaba nada… Pero ya estaba tan herida. Esa noche se desmayó… La llevé al hospital, pero… era demasiado tarde…”
“Lo siento… Isela… lo siento tanto…”