La Nuera Murió Durante el Parto — Ocho Hombres No Pudieron Levantar el Ataúd, y Cuando la Suegra Exigió Abrirlo…

Isela tenía solo 25 años. Desde que se casó con la familia Ramírez, siempre fue dedicada, cuidando a sus suegros como si fueran sus propios padres. Su suegra, Doña Carmen Ramírez, solía decir con orgullo: “Un hogar con una nuera como Isela es un hogar bendecido”. Pero poco más de un año después del matrimonio, llegó la tragedia.

Aquella noche fatídica, Isela se retorcía de dolor, sujetando su vientre hinchado, llorando desesperadamente. Para cuando la llevaron al hospital, ya era demasiado tarde. El bebé nunca alcanzó a dar su primer llanto. E Isela… nunca volvió a abrir los ojos.

La familia quedó devastada. Carmen colapsó de dolor, gritando sin consuelo. Su esposo, Don Rogelio, permanecía inmóvil, mirando fijamente la foto de Isela colocada sobre el ataúd. En la imagen, Isela sonreía radiante, con los ojos llenos de vida.

Cuando llegó el momento de mover el ataúd, ocho jóvenes fuertes se acercaron para cargarlo hacia el carro fúnebre. Pero algo no estaba bien.

A pesar de su fuerza, el ataúd no se movía. Se esforzaban, gruñían, los músculos tensos—pero el ataúd parecía estar anclado al suelo, como si algo invisible lo retuviera. Una anciana entre los presentes murmuró:

“Todavía está con pena… no está lista para irse.”

El sacerdote que oficiaba habló en voz baja:

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