Una tarde le pregunté:
—¿Por qué cambias las sábanas todos los días, hija?
Me regaló una sonrisa suave, tan medida que parecía ensayada.
—Soy alérgica al polvo, Nanay. Duermo mejor cuando todo está limpio.
La respuesta sonaba razonable… pero algo en mi pecho se apretó.
Las sábanas eran nuevas, elegidas con cariño para la boda, de algodón fresco y olor a lavanda. Nadie en nuestra familia tenía alergias.
Y sin embargo, ella seguía lavando y lavando, como si combatiera a un enemigo invisible.
Poco a poco, la sospecha echó raíces.
Mira escondía algo.
Yo simplemente no sabía qué.
El descubrimiento devastador
Una mañana fingí que iba temprano al mercado. Cerré el portón con fuerza para que me oyera salir… y luego volví sigilosamente a la casa.
Cuando escuché a Mira moverse en la cocina, caminé rápido por el pasillo y abrí la puerta de su habitación.
Un olor metálico me golpeó el rostro.
El corazón me dio un vuelco.
Me acerqué a la cama y levanté la sábana.