Nada grave, pero lloró. Claudia corrió a auxiliarla y mientras la tenía sentada en una banca curándola con agua y una gasa, Leonardo apareció. Fue la primera vez que se acercó en días. se agachó junto a ellas, preguntó qué pasó. Renata lo miró como si no lo hubiera visto en semanas. Le dijo que se había caído porque la piedra no la vio.
Él soltó una risa corta sin poder evitarlo. Claudia levantó la vista y sus ojos se encontraron. Ese momento fue como una pausa, una de esas que lo cambian todo. Aunque nadie diga nada, Leonardo se quedó en silencio mirándola. Ella no lo apartó la mirada. Estaba cansada de fingir que todo estaba bien. Después de unos segundos, él se levantó.
“¿Puedes venir un momento después de terminar?” Claudia solo asintió. Pasaron las horas con el corazón latiendo más fuerte de lo normal. A las 6, cuando terminó todo lo que tenía que hacer, dejó a Renata con Marta y fue al despacho. Leonardo estaba ahí de pie junto a la ventana. Cuando entró, se dio la vuelta.
“Claudia, lo siento”, dijo sin rodeos. Sé que he estado distante y también sé que no es justo. Claudia no dijo nada. Espero. No ha sido fácil. Me cuesta entender lo que estoy sintiendo. Me cuesta aceptarlo. Y cuando Julieta vino a meter cizaña, no supe cómo reaccionar. Me hizo sentir culpable. Me habló de Daniela, me hizo recordar cosas.
Y por un momento pensé que tenía razón, que esto era un error, que tú y yo, que esto no podía ser. Claudia apretó los labios. ¿Y tú lo crees, Leonardo? la miró directo. No, no lo creo, pero tuve miedo. Porque no eres cualquier persona. Porque eres distinta a todo lo que conocí antes. Porque no estás aquí por dinero ni por lástima, porque tienes una hija que me hizo sentir algo que creí perdido.
Y porque tú tú me haces querer volver a empezar y eso me asusta. Claudia sintió que se le llenaban los ojos, no de tristeza, de alivio, de todo lo que había estado guardando. “Yo no estoy pidiendo nada”, le dijo. “No estoy esperando que me des una casa, ni un anillo, ni una vida de lujo.
Solo quiero claridad, porque tengo una hija y no puedo meterla en un mundo que un día nos abraza y al otro nos cierra la puerta.” Leonardo asintió. “Tienes razón. No quiero jugar con lo que sienten. Ni tú ni ella. se acercó un paso.
No quiero tener que esconder lo que siento y tampoco quiero que pienses que me estoy dejando manipular por Julieta o por el pasado. Ya no más. Claudia lo miró firme. Entonces, ¿qué somos? Leonardo respiró hondo. No sé cómo llamarlo, pero sí sé que no quiero perder esto. Ni a ti ni a Renata. Quiero estar como sea, como se pueda, pero quiero estar. Y sin más, se acercó y la besó. No fue un beso de novela, fue un beso real.
de esos que se dan con miedo y con ganas, con dudas, pero también con decisión. Claudia respondió, porque ya no podía seguir reprimiendo lo que llevaba adentro, porque su corazón también tenía cosas que decir. Y en ese momento, sin testigos, sin luces ni música de fondo, los dos se encontraron como dos personas que ya habían perdido demasiado, pero aún creían que merecían algo más. Cuando se separaron, Claudia sonrió con tristeza.
Solo te pido que no nos sueltes a la primera tormenta porque nosotras no tenemos donde escondernos. Leonardo le acarició la cara. No pienso soltarlas. Y entonces supieron que algo había cambiado para siempre. Ya no había marcha atrás. Julieta no era una mujer tonta ni ciega.
Desde que entró por primera vez a la casa y vio como Leonardo miraba a Claudia, supo que algo estaba pasando. Al principio creyó que era solo una atracción momentánea, algo físico, una confusión. Pero cuando volvió a la casa una semana después y los encontró conversando en el jardín mientras la niña jugaba cerca, algo dentro de ella se encendió.
orgullo, celos, rabia, no sabía bien que era, pero no lo iba a permitir y no porque quisiera a Leonardo, eso ya estaba claro desde hacía tiempo, pero sentía que esa casa, esa vida, ese apellido le pertenecían por herencia emocional, por historia, por estatus. No soportaba la idea de que una mujer como Claudia, una empleada doméstica con una hija a cuestas, pudiera ocupar el lugar que alguna vez tuvo su hermana.
Le parecía insultante, grotesco, inaceptable. Así que empezó su guerra. Primero lo intentó con palabras suaves, visitas inesperadas, cafecitos con Marta para enterarse de cosas, comentarios en voz alta sobre cómo la casa necesitaba volver a hacer lo que era. Pero cuando eso no funcionó, fue directo al corazón de Leonardo. Una tarde entró a su despacho sin avisar.
Leonardo estaba frente a la computadora. Julieta se sentó sin esperar invitación. Te puedo hacer una pregunta. Dime, respondió él sin levantar la vista. ¿De verdad crees que esto que estás haciendo tiene sentido? Leonardo alzó la mirada cansado. ¿A qué te refieres? ¿A Claudia, a la niña? ¿A esta fantasía que te estás construyendo? Leonardo respiró hondo. No es ninguna fantasía. Claro que lo es.
¿Tú crees que puedes tener una vida normal con una mujer que trabaja limpiando tu casa? ¿Tú crees que eso va a durar? que no se va a convertir en un problema. Leonardo cerró la laptop. No es tu as, Julieta. Sí lo es, porque tú estás destruyendo lo que construiste con Daniela.
Estás arrastrando su memoria y yo no voy a quedarme callada mientras lo haces. Leonardo se levantó molesto. Daniela no está aquí y tú no eres su vocera. No, pero soy su hermana y a diferencia de ti no la he borrado de mi vida. Leonardo la miró con los ojos encendidos. Yo no la he borrado. Yo viví el infierno con ella. Estuve hasta el último suspiro.
Y si ahora estoy intentando salir adelante, es porque ella me lo pidió. Me dijo que no me quedara solo, que no me encerrara en el dolor. Y sabes qué, Claudia no vino a buscarme, no me pidió nada, solo apareció y me hizo volver a sentir algo que tú no vas a entender, porque tú solo sabes vivir desde el control. Julieta apretó los dientes.
Y ya le preguntaste por qué su esposo murió. ¿Ya investigaste? ¿Ya sabes que venía tomado el día del accidente? ¿O también vas a hacerte el ciego con eso, Leonardo Parpadeó? ¿De qué estás hablando? De que no todo es lo que parece. Esa mujer tiene un pasado y no es bonito. Su marido se mató borracho y dejó deudas por todos lados.
Y tú ahora la metes aquí como si fuera una santa. ¿Ya pensaste en el escándalo cuando esto salga? porque te aseguro que va a salir. La prensa no duerme y menos cuando se trata de un empresario como tú. Leonardo no respondió. Se quedó quieto. Algo en su mirada cambió.