Quiero quedarme con Mateo dijo Mariana. Mateo también puede venir. ¿Qué tal si ustedes dos van a jugar mientras los adultos hablan? Cuando los niños salieron, Sofía se volteó hacia los demás. Quiero pasar tiempo con Mariana. Es mi hija y tengo derecho a conocerla. Sofía dijo Valeria suavemente. Entiendo tus sentimientos, pero debes pensar en lo mejor para Mariana. Ella no te conoce. Un cambio brusco podría afectar su progreso. ¿Qué progreso? Hablas como si estuviera curada. No, no está curada, respondió Eduardo.
Mariana aún tiene limitaciones y siempre las tendrá, pero ha aprendido a manejarlas, a superarlas y eso pasó porque estuvo rodeada de amor y paciencia. Y por Mateo, añadió Valeria, ese niño cambió la vida de toda nuestra familia. Sofía pasó el resto de la tarde observando a Mariana y Mateo interactuar. vio como su hija confiaba en el niño, cómo sonreía cuando él cantaba, cómo se esforzaba por caminar porque quería agradarle a Mateo. Al final del día, Sofía pidió hablar a solas con Mateo.
Mateo, ¿puedo hacerte una pregunta? Claro, señora Sofía. ¿Por qué ayudas a Mariana? ¿Qué ganas con eso? Mateo pensó un momento. No gano nada. Solo me gusta ayudarla porque cuando sonríe me recuerda a mi hermanita y cuando logra caminar siento que mi mamá está orgullosa de mí. Tu mamá. Mi mamá partió hace unos meses. Siempre me decía que ayudara a los demás cuando pudiera. Ayudar a Mariana es una forma de seguir haciendo lo que ella me enseñó. Sofía sintió el corazón apretarse.
Ese niño había perdido a su madre, pero seguía siendo bondadoso y generoso, mientras ella, que tenía una hija sana y un esposo que la amaba, había huído ante la primera dificultad. Mateo, ¿no me tienes rencor? ¿Por qué? Por haber abandonado a Mariana, por irme cuando más me necesitaba. Mateo se quedó pensativo. Mi mamá decía que la gente hace cosas malas cuando tiene miedo o está triste, pero que siempre se puede arreglar si uno realmente quiere. ¿Y crees que yo puedo arreglarlo?
No sé, eso depende de usted. Pero si de verdad quiere ayudar a Mariana, debe tener paciencia. Ella no la conoce y es feliz así como está. La sabiduría de ese niño de 4 años dejó a Sofía avergonzada. se había comportado peor que una niña. Esa noche, Sofía tuvo una larga conversación con Eduardo y Valeria. Admitió sus errores y pidió una oportunidad para conocer a Mariana poco a poco. Sofía, dijo Eduardo, no te impediré ver a Mariana, pero pondré condiciones.
Primero, debes entender que Mariana es la madre que Valeria conoce. Segundo, cualquier acercamiento debe ser lento y cuidadoso. Tercero, si en algún momento esto afecta negativamente el desarrollo de Valeria, tendrás que alejarte. Acepto las condiciones. Y una cosa más, agregó Mariana, Mateo es parte de nuestra familia ahora. Si quieres ser parte de la vida de Valeria, tendrás que aceptar eso también. Sofía asintió, aunque por dentro sentía celos de la influencia que ese niño tenía sobre su hija.
En la semanas siguientes, Sofía comenzó a visitar a Valeria regularmente. Al principio, la niña era tímida y desconfiada, pero poco a poco se fue acostumbrando a su presencia. Sofía descubrió que Valeria era mucho más inteligente y cariñosa de lo que había imaginado. Durante una de esas visitas, Sofía presenció una escena que la marcó profundamente. Valeria había tropezado y caído en el jardín del hospital. En lugar de llorar o pedir ayuda a los adultos, miró a su alrededor buscando a Mateo.
Cuando lo encontró, extendió sus bracitos hacia él. Mateo la ayudó a levantarse y revisó si estaba lastimada. ¿Te duele, princesa? No, respondió Valeria. Mateo siempre me ayuda. Claro que te ayudo. Somos familia, ¿verdad? Familia, repitió Valeria abrazando al niño. Sofía se dio cuenta de que no era solo una relación entre dos niños. Realmente se consideraban hermanos. Y por primera vez, en lugar de sentir celos, Sofía sintió gratitud porque Mateo existiera en la vida de Valeria. Unos días después sucedió algo que cambiaría todo de nuevo.
Mateo estaba jugando en el jardín de la casa de Eduardo cuando comenzó a toser mucho. Al principio todos pensaron que era solo un resfriado, pero la tos empeoró rápidamente. “Mateo, ¿estás bien?”, preguntó Mariana preocupada. “Sí, tía Mariana. Es solo una tos pequeña. Pero durante la noche, Mateo tuvo fiebre alta y dificultad para respirar. Eduardo lo llevó inmediatamente al hospital. Los exámenes revelaron que Mateo tenía neumonía. No era grave, pero necesitaría quedarse internado unos días para tratamiento. Es común en niños que han pasado necesidades, explicó el médico.
El organismo se vuelve más frágil, pero con el tratamiento adecuado estará bien. Valeria quedó inconsolable al enterarse de que Mateo estaba enfermo. Se negaba a hacer los ejercicios de terapia y lloraba pidiendo ver a su amigo. Valeria, Mateo está en tratamiento para mejorar”, explicó Eduardo. “En unos días regresa. Quiero ver a Mateo”, insistía la niña. Sofía, que estaba de visita ese día, sugirió, “¿Por qué no llevamos a Valeria a visitar a Mateo al hospital? Los niños no pueden visitar pacientes internados”, recordó Mariana.
“Pero Mateo es tratado como empleado del hospital. Tal vez hagan una excepción. ” Eduardo habló con el Dr. Roberto, quien permitió que Valeria visitara a Mateo por unos minutos. Cuando Valeria entró a la habitación y vio a Mateo en la cama del hospital, corrió hacia él caminando con dificultad, pero decidida. Mateo, ¿estás enfermo? Solo un poquito, princesa, pero ya estoy mejorando. Te traje esto, dijo Valeria entregándole un dibujo que había hecho. Era una hoja llena de garabatos coloridos, pero para Mateo era el regalo más precioso del mundo.