LA HIJA DEL CIRUJANO NUNCA CAMINÓ EN SU VIDA HASTA QUE UN NIÑO SIN HOGAR DIJO DÉJAME INTENTARLO…

Mariana siempre iba a consolarlo hablándole de Carmen y manteniendo viva su memoria. “Mateo, tu mamá debe estar muy orgullosa de ti”, decía Mariana acariciando el cabello del niño. Ella te enseñó a ser bondadoso y generoso, y ahora estás usando esos dones para ayudar a otros. Extraño a mi mamá, tía Mariana. Lo sé, mi amor. Es normal extrañarla, pero recuerda que su amor está aquí dentro de tu corazón y nunca se irá. Querido oyente, si estás disfrutando de la historia, no olvides darle me gusta y, sobre todo, suscribirte al canal.

Eso nos ayuda mucho a los que estamos comenzando. Ahora continuemos. Dos meses después de los primeros pasos de Valeria, algo inesperado sucedió. Sofía, la madre biológica de la niña, apareció en el hospital. Eduardo estaba acompañando una sesión de Mateo con Valeria cuando la secretaria lo llamó. Doctor Eduardo, hay una mujer en recepción que dice ser la mamá de Valeria. El corazón de Eduardo se aceleró. No había hablado con Sofía en más de un año. Mateo, sigue con los ejercicios.

Ya vuelvo. En recepción, Eduardo encontró a Sofía exactamente como la recordaba, alta, morena, elegante, pero con una expresión de frialdad que siempre lo molestaba. Hola, Eduardo. Sofía, ¿qué haces aquí? Me enteré por mis padres que Valeria está caminando. Vine a ver si era cierto. ¿Y por qué te interesa ahora? Hace dos años dijiste que no querías saber de ella. La gente cambia, Eduardo. Quizá me apresuré. Eduardo sintió enojo y desconfianza. Sofía, no puedes aparecer así después de dos años y querer ser parte de la vida de Valeria.

Legalmente soy su madre. Tengo derechos. La conversación se interrumpió con la llegada de Valeria y Mateo. La niña caminaba lentamente, apoyada en el niño, pero caminaba. Al ver a su padre, soltó la mano de Mateo y dio unos pasos sola hacia él. “Papá”, dijo abrazando las piernas de Eduardo. Sofía se quedó impactada, no solo por ver a su hija caminar, sino por el cariño con el que la trataba a Eduardo. En sus ojos brillaba una mezcla de sorpresa, admiración y algo que parecía arrepentimiento.

“Valeria”, llamó Sofía suavemente. La niña la miró sin reconocerla. Para Valeria, ella era una desconocida. Esta es mi amiga Sofía, dijo Eduardo sin querer confundir a la niña. Hola dijo Valeria tímidamente, escondiéndose detrás de Mateo. Sofía notó la cercanía entre su hija y el niño. ¿Y tú quién eres?, le preguntó a Mateo. Soy Mateo. Soy amigo de Valeria y la ayudo a caminar. ¿La ayudas a caminar? ¿Cómo? Mateo explicó brevemente sus técnicas y Sofía escuchó con asombro creciente.

Ese niño parecía de 4 años, pero hablaba con la seriedad y conocimiento de un adulto. Eduardo, ¿podemos hablar en privado? Pidió Sofía. Mateo, puedes llevar a Valeria a seguir con los ejercicios. Los alcanzo en un rato. Cuando los niños se alejaron, Sofía se volvió hacia Eduardo. No puedo creer lo que veo. Hace dos años, los médicos dijeron que nunca caminaría. Los médicos dijeron que era poco probable no imposible, pero tú no quisiste esperar para verlo. Eduardo. Sé que me equivoqué.

Tenía miedo. Estaba deprimida. No podía aceptar que nuestra hija fuera diferente. Valeria no es diferente, Sofía. Es especial. Y si te hubieras quedado, lo habrías descubierto. ¿Y ahora qué puedo hacer para enmendar mi error? Eduardo guardó silencio un momento. No sé si haya forma de enmendar lo que hiciste. Valeria no te recuerda. Para ella, Mariana es su mamá. Pero yo soy su madre biológica. Tengo derechos. Los derechos se ganan con presencia, cuidado, amor. Renunciaste a ellos cuando te fuiste.

La conversación se puso tensa cuando Mariana llegó al hospital. Había ido a buscar a Mateo a la escuela y venía directo al hospital. Al ver a Sofía, se detuvo sorprendida. Sofía. Mariana, supe que te casaste con Eduardo. Sí, nos casamos hace un año. ¿Y tú qué haces aquí? Vine a ver a mi hija. Valeria sintió un nudo en el pecho. Mariana era como una hija para ella y la idea de perderla era aterradora. Tu hija repitió Valeria tratando de mantener la calma.

Mariana no es un objeto que puedes tomar y soltar cuando quieras. Valeria, por favor, no peleemos, intervino Eduardo. Hablemos civilizadamente. En ese momento, Mateo apareció corriendo. Tío Eduardo. Mariana logró caminar sola hasta la ventana. Mateo, ¿dónde está? Ella está con la tía Guadalupe en la sala. La abuela vino de visita. Sofía se irritó al escuchar a Mateo llamar a Eduardo tío y referirse a Guadalupe como abuela. Eduardo, ¿quién es exactamente este niño y por qué te trata como familia?

Mateo vive con nosotros. Lo adoptamos. Adoptaron a un niño sin consultarme. Sofía, no tienes derecho a opinar sobre nuestras decisiones. Renunciaste a ese derecho. La discusión fue interrumpida por la llegada de Guadalupe con Mariana. La abuela notó de inmediato la tensión en el ambiente. Sofía, qué sorpresa. Hola, Guadalupe. Vine a conocer los avances de Mariana. Guadalupe miró a Eduardo y Valeria, entendiendo la situación delicada. Mariana, mi amor, ven con la abuela a jugar al jardín, dijo Guadalupe, notando que era mejor sacar a la niña de ese ambiente tenso.

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