La familia Millonaria se burló de una mujer en la fiesta y su esposo canceló el trato de millones…

La familia millonaria se burló de una mujer en la fiesta y su esposo canceló el trato de millones. Antes de que empiece la historia, dinos en los comentarios desde donde nos estás viendo. Disfrútala. Elena Moretti entró sola al gran hotel de Ginebra aquella noche. ¿Quién es esa mujer? preguntó una señora con vestido color esmeralda a su acompañante.

No tengo idea, pero se nota que no pertenece a este círculo respondió él apenas disimulando la sonrisa burlona. En el centro del salón, de pie junto a la mesa principal, Dolaria Cor no tardó en notarla. Con su vestido rojo brillante cubierto de pedrería y una copa de champaña en la mano, se cruzó de brazos, ladeó la cabeza y sonrió con desprecio.

“Mamá, mira”, dijo lo bastante alto para que varias personas alrededor escucharan. “No recuerdo haber visto a esa mujer en la lista.” Beatr Scor, la matriarca, ajustó el collar de perlas que colgaba de su cuello y dirigió hacia Elena una mirada fría. Querida, estoy segura de que tu nombre no aparece en nuestra lista de invitados”, pronunció en un tono suave, pero cargado de veneno. Elena no se detuvo.

Caminó con paso firme hasta la mesa de registro. Cuando llegó, abrió su cluch con calma y sacó una tarjeta de invitación color crema con letras doradas. “Buenas noches”, dijo en un tono cordial. “Aquí está mi invitación. El guardia de seguridad, un hombre alto vestido con traje oscuro, examinó la tarjeta con detenimiento.

“Parece legítima, señora”, comentó tras revisar el relieve y los sellos. “Parece”, repitió Beatriz, dejando escapar una risa breve, pero cruel. No son capaces de confirmar con certeza. Este evento es exclusivo, no un mercado abierto. Las risas contenidas comenzaron a escucharse en varios rincones del salón.

Los murmullos crecían como un zumbido incómodo. Varias personas sacaron sus teléfonos para grabar discretamente. Tomás Keyer, el hijo menor, levantó el suyo sin pudor y comenzó a transmitir en vivo. Esto va a estar interesante, susurró con una sonrisa cínica. Elena mantuvo la calma. No era la primera vez que la miraban como si no encajara, pero el ambiente cargado de lujo y arrogancia la ponía a prueba. Tomó aire y se quedó erguida con la dignidad intacta.

De pronto, un camarero pasó junto a ella con una bandeja llena de copas de vino tinto. Sus pasos eran firmes, acostumbrados al servicio de alto nivel, pero alguien lo empujó por la espalda justo cuando estaba a su lado. La copa se volcó y el líquido carmesí se derramó sobre el vestido negro de Elena. El impacto fue inmediato.

El vino manchó la tela como si quisiera marcarla a propósito. Hubo un silencio breve y luego un estallido de risas contenidas. “Qué torpeza”, exclamó Valeria cubriéndose la boca con fingida sorpresa, aunque sus ojos brillaban de diversión. Aunque supongo que está acostumbrada a ese tipo de accidentes.

Elena bajó la vista un instante hacia su vestido manchado. Podía sentir la humedad pegándose a la tela, pero más le ardían las miradas y las carcajadas alrededor. Antes de que pudiera reaccionar, Valeria se adelantó con una servilleta en la mano. “Déjame ayudarte”, dijo en un tono fingidamente amable. se inclinó hacia ella, pero en lugar de limpiar con delicadeza, presionó la servilleta con fuerza, extendiendo aún más la mancha y arruinando la tela.

“¡Ay, qué pena! Parece que no sirvo para limpiar”, añadió con sarcasmo. Las risas volvieron a estallar. Tomás enfocó la escena con su teléfono y murmuró, “Esto es oro puro.” Elena apretó los labios. Sabía que la habían provocado a propósito, que nada de lo ocurrido era casualidad. Sin embargo, se obligó a mantener la compostura. Se enderezó y sostuvo la mirada de Valeria sin pestañar.

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