La familia Millonaria se burló de una mujer en la fiesta y su esposo canceló el trato de millones…

El guardia dio un paso al frente incómodo por la tensión. Señora, tal vez sería mejor que espere en el pasillo mientras aclaramos su asistencia”, sugirió en un tono bajo, como si quisiera evitar un mayor escándalo. Elena lo miró directamente a los ojos. “Tengo tanto derecho como cualquiera de ustedes a estar aquí”, respondió con serenidad, aunque su voz tenía un filo firme que sorprendió al guardia.

Beatriz se acomodó las perlas y sonrió con superioridad. Eso lo decidiremos cuando llegue mi esposo. Estoy segura de que sabrá poner orden en este asunto. Mientras tanto, la transmisión en vivo de Tomás seguía aumentando en vistas. Más de 15,000 personas observaban ya cómo se desarrollaba la escena en tiempo real.

Los comentarios se acumulaban a tal velocidad que ni siquiera él podía leerlos todos. Pero la sonrisa en su rostro dejaba claro que disfrutaba del espectáculo. El vino se había secado un poco en la tela, dejando un rastro oscuro que parecía gritar la vergüenza que intentaban imponerle. Elena permanecía de pie en medio del salón, rodeada por risas disimuladas, miradas curiosas y un murmullo constante que hacía vibrar el aire.

El ambiente cargado de perfumes caros y de arrogancia se volvía más pesado a cada segundo. El guardia de seguridad insistió con un gesto nervioso. Señora, lo mejor sería que la acompañara afuera mientras aclaramos este malentendido. Elena giró el rostro hacia él y sostuvo su mirada con firmeza. No pienso salir de aquí.

He sido invitada y tengo mi tarjeta de invitación. No voy a dejar que me traten como si fuera una intrusa. Las palabras resonaron con fuerza en el silencio momentáneo. Algunos invitados, sorprendidos por la seguridad en su voz, se removieron incómodos en sus asientos. Otros apenas pudieron contener la risa. Valeria intervino de inmediato, sin perder la oportunidad de humillarla.

Claro, seguro mandaste imprimir una copia barata. Hoy en día cualquiera puede falsificar algo así. El guardia levantó de nuevo la tarjeta inseguro. Señora Keyer, ya verifiqué que el relieve y los sellos coinciden. Parece auténtica. Parece, repitió Valeria con un tono teatral. Entonces, ¿todavía hay dudas? No. Elena respiró hondo. Mi invitación es real.

No necesito probar nada más. Beatriz alzó la voz para que todos la escucharan. Una mujer que entra con un vestido arruinado, sin acompañante, sin joyas, pretende hacernos creer que pertenece a esta gala. Querida, aquí no basta con traer un papel en la mano. Los murmullos aumentaron y en ese momento el guardia, presionado por la mirada de Beatriz, intentó tomar el brazo de Elena con suavidad. “Señora, acompáñeme, por favor.

” Elena se zafó con rapidez y dio un paso atrás. No me toque, dijo con un tono tan firme que el guardia quedó paralizado. No he hecho nada malo y no voy a salir de aquí como si fuera una criminal. El gesto sorprendió a muchos. El murmullo se convirtió en un silencio tenso. Tomás aprovechó la pausa para acercar más la cámara de su teléfono al rostro de Elena, buscando capturar cualquier reacción.

¿Escucharon eso? murmuró sonriendo para sus seguidores. Esto se pone interesante. Valeria se acercó con aire de superioridad, midiendo cada paso como si estuviera en una pasarela. Dime algo! Dijo inclinándose hacia Elena con una sonrisa venenosa. ¿De dónde sacaste ese vestido? ¿Lo compraste en algún mercado de rebajas? No me digas que pensaste que ibas a pasar desapercibida aquí con semejante tela barata.

Las carcajadas estallaron entre varios invitados, aunque algunos bajaron la mirada, incómodos por la crueldad evidente. Elena levantó el rostro con serenidad. “Mi vestido no define quién soy, ni tampoco sus comentarios”, respondió sin titubear. El comentario no hizo reír a nadie. El murmullo se apagó un poco, como si las palabras hubieran encontrado eco en más de uno.

Pero Valeria no estaba dispuesta a perder terreno. “Qué audaz eres”, contestó con un gesto burlón. Segaramente pensaste que podrías venir a buscar algún marido millonario. Un hombre mayor sentado cerca de la mesa central carraspeó incómodo y habló en voz alta. “Tal vez deberíamos escucharla. No parece una impostora. Beatriz giró la cabeza lentamente hacia él, fulminándolo con la mirada.

Señor Dub Boys, le agradecemos su opinión, pero este es un asunto de familia. Nosotros decidiremos quién pertenece y quién no. El hombre bajó la mirada y se quedó en silencio. Elena notó cómo se acomodaba nervioso en su asiento, consciente de que había sido reprendido públicamente. Elena volvió a hablar con voz firme. No tienen derecho a tratarme así.

Tengo una invitación. Vine porque fui convocada y no voy a moverme de este lugar solo porque ustedes piensan que no encajo en su idea de lo que debe ser un invitado. Valeria soltó una carcajada exagerada. ¿Escucharon eso? Qué gracia. Dice que no se va a mover. Tomás, detrás de su teléfono, no dejaba de sonreír.

La transmisión ya contaba con decenas de miles de espectadores. La gente comentaba sin parar, algunos burlándose, otros indignados por la forma en que Elena estaba siendo tratada. Elena sintió como su teléfono vibraba dentro del clutch. No lo sacó todavía, pero supo que era un mensaje de Adrián. La certeza de que él estaba cerca le dio fuerza para mantener la calma.

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