La esposa, a quien le quedaba muy poco tiempo de vida, recibió la visita en su habitación del hospital de una niña que le pidió que fuera su mamá.

Alla intenta preguntar por Kolya. ¿Estaba cerca? Yuri duda, pero luego dice:

—Ahora es importante cuidarse. A veces los hombres se pierden en estas situaciones. Se fue hace mucho tiempo. Y, para ser sincera, no le interesaba tu condición.

Su cabeza resuena: resentimiento, dolor mezclados con un nuevo y aún débil deseo de resistir. El médico le toma la mano, firme y confiada:

—Si quieres vivir, puedes superar cualquier dolor. Te ayudaré. Pero la decisión es solo tuya. Decide por qué quieres levantarte.

Por un instante, quiere volver a la oscuridad. Alla cierra los ojos: sin fuerzas, sin fe, solo anhelo y el deseo de olvidarlo todo.

—¿Seguimos? —pregunta Yuri.

—Sí —responde ella casi en un susurro.

Al despertar, Alla se siente como en otro mundo. La sala se ha vuelto más silenciosa, la luz más tenue, el dolor se desvanece. La mañana trae no solo luz, sino una extraña y suave esperanza. Gira la cabeza y ve a Katya. Está allí de nuevo: sentada junto a la ventana, trazando círculos invisibles en el cristal con el dedo.

— “Viniste…” susurra Alla, intentando no perturbar el momento.

—Claro. Ahora iré a verte todos los días hasta que te recuperes por completo.

Entre ellos flota un silencio, no pesado, sino ligero como un suspiro. Entonces Katya pregunta tímidamente:

—¿Tiene usted hijos propios?

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