La esposa, a quien le quedaba muy poco tiempo de vida, recibió la visita en su habitación del hospital de una niña que le pidió que fuera su mamá.

El cuerpo parecía haberse roto, como si un mecanismo hubiera dejado de funcionar de repente. Como un frágil barco en la frontera entre dos mundos: el agua y el aire. Sin aliento, sin tiempo, solo un dolor que arde en el recuerdo, incluso en el propio nombre. En la niebla de la conciencia, donde los sueños se entrelazan con la realidad, Alla comprende de repente: se encuentra al borde de la vida y la muerte.

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Mute

De algún lugar cercano se oye una voz, apagada, borrosa, como a través del agua. La voz de su esposo, Kolya, se filtra entre el ruido:

— “Allochka… espera… no te vayas…”

Las palabras se extienden como si los límites del mundo se hubieran desdibujado. La luz cae desde arriba; lámparas frías destellan con intensidad. Unas manos extrañas hacen algo con rapidez y seguridad. Alguien ordena:

— ¡Presión! ¡Corazón! ¡Rápido!

Esta voz profesional, ligeramente apresurada, evoca tanto miedo como una esperanza apenas perceptible.

Cómo solo quiere cerrar los ojos, desconectarse de todo, no oír ni las órdenes de los médicos ni el susurro entrecortado de Kolya. En su interior, surge una pregunta: “¿Vale la pena luchar?”. Y la respuesta: un temblor de miedo, extrañamente parecido a la fatiga. En lo más profundo de su ser, vagas imágenes del pasado parpadean, sonidos de ciudades lejanas, la cálida voz de un ser querido.

Pero Alla no puede gritar, ni suspirar, ni llorar; la consciencia se desvanece de nuevo. Llega otra ola, y todo se vuelve más fácil.

Regresa a la realidad fragmentada: destellos de luz, un silencio denso, sábanas ásperas. Alla apenas comprende dónde está: a veces se siente como si flotara en el agua, y de repente está en una sala de hospital. Los monitores hacen clic uniformemente, al otro lado de la ventana, una mañana gris amanece lentamente. Parece moverse entre mundos, intentando aferrar breves instantes del presente.

Y entonces, alguien está cerca. Una niña, pequeña y frágil como un tallo. De unos seis años, probablemente. Se mueve torpemente, sus ojos claros miran fijamente:

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