Las protestas comenzaron frente al hospital. Los veteranos ondeaban banderas. Las familias portaban carteles que decían: “La compasión no es una falta”. Dentro, las enfermeras portaban discretamente pequeños prendedores con forma de bandera, a pesar de la prohibición. Algunos susurraban la historia de Clare a los pacientes, llevándola de cama en cama.
La llegada de un general
Tres días después, todo cambió.
Un coche negro se detuvo frente al hospital. El general Thomas Avery salió, con una placa de cuatro estrellas; un hombre cuya mera presencia bastaba para silenciar a toda una sala. El personal se quedó paralizado. Los teléfonos salieron a grabar.
Se acercó a la recepción:
“¿Dónde está la enfermera que atendió a Walter Briggs?”
Cuando el administrador Hail intentó evadir la pregunta, la voz del general se quebró:
“Quiero una respuesta oficial. Hoy”.
El testimonio que lo conmocionó todo
Frente a los periodistas, el personal y la gerencia, el general dijo la verdad. Walter Briggs no era un veterano más. Era el hombre que lo había salvado dos veces del fuego enemigo.
“En el campo de batalla”, dijo Avery con voz firme, “Walter Briggs no me pidió mi número de póliza. No comprobó si tenía cobertura. Huyó. Arriesgó su vida. Y hoy, este hospital lo rechazó”.
Luego se volvió hacia Clare:
“Pero tú no. Recordaste por qué luchamos”.
Y bajo las cámaras, la nación entera vio a un general de cuatro estrellas ponerse firmes y saludar a una simple enfermera con uniforme.
El punto de inflexión