La echaron del hotel sin saber quién era su hijo…, ella se enfadó y los ahuyentó a todos…

Senior Washington. Su asistente Jennifer apareció a su lado con el rostro desencajado por la preocupación. Está todo bien. Marcus regresó a la mesa de conferencias donde 12 de las personas más influyentes de la industria hotelera hablaban de su éxito. El éxito se basaba en los sacrificios de su madre, en su convicción de que el trabajo duro y la dignidad triunfarían sobre los prejuicios. La reunión ha terminado”, dijo y su voz cortó las conversaciones como una cuchilla. “Marcus, todavía tenemos que discutir la adquisición de Miame.” comenzó Robert Chen, su director financiero.

“Dije que la reunión había terminado. A Marcus le temblaban las manos y los papeles se le esparcieron al guardarlos en su maletín. Los informes trimestrales, los planes de expansión, las proyecciones de ganancias, nada importaba, ¿no? Cuando su madre estaba sola en la cera, rechazada por el mismo imperio que ella le había ayudado a construir. “Señor, debería reprogramar”, comenzó Jennifer. “Cancelen todo por el resto del día.” Marcus ya se dirigía a la puerta dándole vueltas a las implicaciones.

Si esto le había sucedido a su madre, una mujer de serena dignidad y con la refinada adicción de una maestra culta, ¿qué les estaba pasando a los demás invitados que no encajaban en el perfil tácito del gran metropolitano? El ascensor parecía eterno. Cada piso un recordatorio de lo alto que había subido mientras de alguna manera perdía de vista el suelo. Había fundado Washington Hospitality Group bajo el principio de que todos merecían respeto y comodidad, independientemente de su origen.

Había entrevistado personalmente al gerente general del Gran Metropolitan y había confiado en él para que defendiera esos valores. Mientras el ascensor bajaba, Marcus buscó la información de contacto del hotel en su teléfono. Su pulgar se posó sobre el número del gerente general, pero se detuvo. Una llamada no sería suficiente. Esto requería su presencia física, sus ojos viendo lo que había sucedido en su propio vestíbulo. El estacionamiento resonaba con sus pasos mientras se dirigía a su coche. Cada paso alimentado por una furia que ardía fría y precisa.

Había construido su imperio para honrar los sacrificios de su madre, para crear espacios donde la dignidad jamás se cuestionara. Ahora estaba a punto de descubrir que su propiedad insignia se había convertido exactamente en el tipo de lugar que lo habría rechazado 30 años atrás, cuando era solo otro joven negro con grandes sueños y bolsillos vacíos. El motor rugió al arrancar cuando Marcus salió del garaje con su destino claro. El hotel Gran Metropolitan estaba a punto de recibir la visita inesperada de su dueño.

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