La Contrató para Limpiar, pero Ella le Devolvió la Alegría a su Hijo sin Brazos…

No evitaban su discapacidad, pero tampoco la ponían en el centro de cada momento. Simplemente era una parte de quién era él, así como la paciencia tranquila de ella era parte de quién era ella. Este equilibrio creó una sensación de confianza que ninguno de los dos había planeado. Aún así, su creciente vínculo no pasó desapercibido. Héctor, el padre del niño, había comenzado a observarlos desde la distancia.

A veces se detenía en el pasillo mirando a través de las puertas de cristal mientras Lucía y el niño compartían estos intercambios silenciosos. Al principio se decía a sí mismo que no era nada inusual, solo un miembro del personal haciendo su trabajo. Pero cuanto más veía, más se daba en cuenta de que esto era diferente.

Lucía no solo realizaba tareas, estaba construyendo una conexión, un pequeño gesto a la vez. Esto inquietaba a Héctor. Había trabajado duro para mantener el mundo de su hijo controlado y limitado a personas de confianza, temiendo que las influencias externas pudieran perturbar su orden cuidadosamente mantenido. Y sin embargo, no podía negar el cambio que veía en su hijo.

expresiones más ligeras, momentos más largos de concentración y esa rara, casi oculta sonrisa que no había estado allí durante años. Los sentimientos de Héctor eran encontrados. Parte de él sentía curiosidad, incluso esperanza al ver a su hijo responder a alguien de una manera que no lo había hecho en mucho tiempo. Otra parte de él se sentía amenazada por ello.

Se preguntaba si esta conexión podría llevar a la decepción o si Lucía podría sobrepasar los límites que él había establecido para la casa. Había visto lazos formarse y romperse antes, y cada vez su hijo se había retraído más en sí mismo. Mientras estaba en el umbral una noche, viendo al niño mostrarle a Lucía un dibujo tosco, pero colorido, de dos personas de pie, una al lado de la otra, Héctor sintió un nudo en el pecho. No sabía si intervenir o alejarse.

permaneció en silencio, yéndose antes de que ninguno de los dos notara que estaba allí, con sus pensamientos cargados de incertidumbre sobre lo que este vínculo podría significar. Los días continuaron en este nuevo ritmo. Intercambios silenciosos, objetos adaptados y dibujos que iban y venían.

Ni Lucía ni el niño mencionaron los cambios en voz alta, pero ambos podían sentirlos. La casa seguía siendo grande y silenciosa, pero ahora ciertos rincones se sentían diferentes como si llevaran rastros de sus momentos compartidos. Héctor seguía observando desde lejos, a veces quedándose más tiempo de lo que pretendía, dividido entre proteger su mundo controlado y dejar que algo nuevo creciera en él.

Aún no sabía qué lado elegiría. Muchas gracias por escuchar hasta aquí. Si te gusta este tipo de contenido, no te olvides de suscribirte a nuestro canal Cuentos que enamoran. publicamos videos todos los días y dale like al video si te gusta esta historia y déjanos en los comentarios contándonos desde dónde nos ves y a qué hora nos escuchas.

Y así el vínculo silencioso entre Lucía y el niño se mantuvo firme y tácito mientras Héctor permanecía en los márgenes de su mundo, atrapado entre la curiosidad y el miedo. Una tarde, Lucía entró en el salón con una idea diferente. Había estado ordenando cuando vio un montón de cojines grandes en un rincón.

El niño estaba cerca en su silla de ruedas, observándola sin decir nada. Ella sonrió y le preguntó si quería ayudar a construir algo. No respondió de inmediato, pero sus ojos la siguieron mientras colocaba el primer cojín en la alfombra. Lentamente añadió más cojines formando paredes en un semicírculo.

Dejó una abertura como una puerta y trajo una manta suave para cubrir el suelo interior. Luego colocó algunos juguetes adaptados a su alcance, su rompecabezas con bordes elevados, el pequeño coche con controles de barbilla y algunos bloques. El niño comenzó a señalar dónde quería las cosas. Y Lucía siguió sus indicaciones.

Cuando terminaron, parecía un pequeño espacio cerrado, casi como una tienda de campaña sin techo. Lucía lo llamó el fuerte, pero él dijo en voz baja, “Castillo.” Y ella estuvo de acuerdo. Dentro del castillo, el niño parecía más a gusto que de costumbre. Las paredes de Cojines lo hacían sentir como un lugar privado, separado de la gran casa silenciosa.

Lucía se sentó justo afuera, dejándolo explorar sin apresurarlo. Usó la barbilla para mover el coche de juguete en círculos e intentó apilar los bloques contra la pared de cojines. Unas cuantas veces los bloques se cayeron y él se rió suavemente. Lucía no tomó el control ni arregló las cosas por él, simplemente le devolvía las piezas para que pudiera intentarlo de nuevo.

Permanecieron allí durante mucho tiempo, hablando muy poco, pero compartiendo el mismo espacio cómodamente. Para el niño se sentía como un pequeño mundo donde podía decidir qué pasaba y cómo pasaba. Para un niño acostumbrado a reglas y horarios establecidos por otros, esto era raro. El castillo se convirtió en un lugar donde podía sentirse seguro y libre, aunque solo fuera en medio del salón.

En otra parte de la casa, Héctor estaba en su despacho revisando documentos en su ordenador. A un lado de la pantalla, la transmisión en vivo de las cámaras de seguridad estaba funcionando, algo que mantenía abierto para verificar las cosas de vez en cuando. Sus ojos se dirigieron a la transmisión que mostraba el salón.

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