Emma se sentó de golpe al borde de la cama. Una parte de ella —la antigua, la que respondía automáticamente ante cualquier urgencia ajena— quiso devolver la llamada. Pero la parte nueva, crecida en la quietud que había encontrado, le pidió respirar y esperar.
La continuación de la historia
Minutos después, un segundo mensaje:
«No es por ti. Dio a luz antes de tiempo. Hay complicaciones… Luca está hecho polvo.»
Emma cerró los ojos. Sintió una calma densa, grave. Compasión, sí. Culpa, ninguna. Sabía que no era la causa. Y que tampoco era la solución.
Tras un largo silencio, escribió:
«Siento lo de Clara y el bebé. No puedo ir. Deseo que todo salga bien.»