La continuación de la historia

Todo parecía una exposición de un museo ajeno: familiar, pero completamente separado del lugar en el que ella vivía ahora.

Una noche de sábado, Emma estuvo a punto de escribirle: «Porque ya no puedo vivir para los demás.»

Pero borró el texto y guardó el teléfono.

Tres meses después de su marcha, Anna llamó.

Al principio Emma creyó que era un error. Pero no: el nombre «Anna» brillaba con claridad en la pantalla. Su corazón se aceleró un instante, como si su cuerpo recordara antiguos miedos con más fuerza que su mente.

No contestó. El teléfono volvió a sonar. Y otra vez. Cada timbrazo más insistente que el anterior.

Finalmente llegó un mensaje:

«Por favor. Solo un minuto. Clara está en el hospital.»

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