La arena del desierto cantaba con el aliento del viento.

Para salvarla, envió a Eliana lejos, a un refugio secreto al pie de las montañas.

—Iré por ti —dijo—. Tan pronto como pueda.

Ella esperó. Días, semanas, meses. La arena cambió de color, las estrellas se volvieron más oscuras, y él no regresó.

Entonces llegó la noticia: el palacio había sido tomado, el jeque había desaparecido.

Conclusión

Pasaron tres años. El mundo había olvidado el nombre de Kamal ibn Rashid. Eliana vivía en una casita junto al mar, escribía poesía en trozos de papel y cada tarde contemplaba la puesta de sol, que le recordaba sus ojos.

No sabía si seguía vivo. Pero su corazón, como una rosa de arena, conservaba un cálido recuerdo.

Un día, cuando el viento levantó polvo del cielo y el sol se ponía, oyó una suave voz:

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